viernes, 30 de marzo de 2012

El café (tacuba) puede alterar tu salud.

A placer, puedes tomarte el tiempo necesario...

Hay veces en que Estepantla pretende y pretende demasiado. Trata de convencerse a sí misma que las cualidades que ve en las estrellas de novela literaria (porque ella nunca ve televisión) son las suyas propias. Se imagina a menudo como la protagonista de un drama épico onírico satírico romántico y detectivesco. Entonces se envuelve en un misterio y entrecierra los ojos para hacer más interesante su mirada. El mundo, que es su bully personal, se ríe de ella y la descubre. Entonces ella se regresa a su casa, y a falta de ventanas se sienta en la cocina a comer papas fritas.
Estepantla tiene la virtud pero mucho más el gran defecto de tener buena memoria. De igual manera recita a Shakespeare después de 7 años que recordar las notas exactas de un perfume que la hizo llorar. Estepantla no tiene edad, pero si tuviera que darle una diría que tiene 12 años. En doce años no se sabe nada pero se vive todo. Así ella va corriendo en oleadas disparejas de felicidad.
La pretensión y la memoria sólo pueden dar como resultado de una suma, la etérea melancolía. “Este lugar“, como ella lo llama, no tiene sino un complejo bulto de todo eso pero con hojitas de soledad, para enfatizar el sabor. Este lugar no se va, sino vuelve, y ella lo sabe y pretende, y sale y llora y vuelve y llora más.
Estepantla es una simple comisura de labios, un anillo en el dedo anular de una mujer felizmente descasada.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Bichos en la panza

Queridos lectores inexistentes:

Me dio la gana escribir a las 4:26 de la mañana de este miércoles siete de marzo de dos mil doce, que siento bichos en la panza. Dizque mariposas. Yo digo que son bichos piores (no peores, piores). Y es curioso porque me los provoca pensar en alguien en quien ya estoy acostumbrada a pensar, a diario, desde hace algún tiempo. Entonces ya se había perdido, no el cariño, los bichos nomás. Pero volvieron, bien denso, cada que me llama o simplemente cada que hace notar su existencia de la más insignificante manera. ¿No es curioso como la simple presencia de alguien, incluso en otras coordenadas geográficas, provoca que un nido de animales no identificados revoloteen en tu interior?

Demonios, me siento como en la secundaria. Pero con más tarea.