La tarde moría lentamente detrás del horizonte, el clima era templado. No suficientemente cálido para sudar, no suficientemente frío para tiritar, pero sí un clima de traer puesto mi suéter a rayas y estar tomando un té de manzanilla. La escuela estaba sola, inexplicablemente sola. Era una calma casi absoluta y el sonido de nuestras voces retumbaba con eco en las paredes blancas. Jugábamos póker. Leonardo estaba sentado frente a mi, su mano en la frente, estrujando sus rubios cabellos en busca de una jugada inteligente.
-¿Se te han acabado las jugadas?- pregunté divertida, pues a pesar de que fuere fruto de mi mente era maravillosa la forma en la que yo no podía controlar sus pensamientos, la incertidumbre del juego en su mano.
- Muéstrame que tienes- contestó.
Bajé lentamente las cartas que tenía en la mano y se las enseñé. Era una jugada muy curiosa. Tenía un rey de picas, un rey de rombos, un 7 de corazones, la reina de corazones y un as de picas.
-Has perdido- dijo él bajando su flor imperial.
-Entiendo eso- le dije- sin embargo tengo una jugada muy curiosa, y si no creyera en el destino diría que es mera casualidad. Podría suponer que es más fácil jugar el rey de rombos, además de que es cálido y meramente un naipe normal. Definitivamente el rey de picas es caso perdido, la reina siempre te acompaña, el 7 es mero capricho de la superstición. Sólo acabo de notar que tengo un as...
Leonardo me miró de forma inquisidora, sus ojos habían también madurado a pesar del encierro de mi imaginación por tanto tiempo, me miraba ya no como la niña solitaria y soñadora a la que había empujado en el columpio, sino como la imagen del misterio y la incertidumbre entre el crecer y la inocencia.
-Una mano muy cursiosa es cierto, sin sentido para otros ojos que no fueren los tuyos. Pero el as... puede ser 1 u 11 si juegas al black jack...
-Es el placer de escribir, el sentido solo se halla para aquellos con conocimiento previo. La cosa, amigos mío, es que por una vez en la vida esto es póker, no black jack.
Fin.
