martes, 28 de diciembre de 2010

La gente triste

La gente triste tiene una clase de atracción indescriptible.
Se pasea de aquí para allá, reflexionando, sacando sus conclusiones melancólicas y leyendo a poetas del romanticismo.

Muchas veces se sientan frente a sus computadoras de escritorio a tratar de arreglar el mundo.
Piensan y dan vueltas y encuentran finalmente los errores de este planeta inmundo y singular.
Y uno a uno yo leo sus comentarios, los adopto, los admiro y dejo que me reprendan por mi pedacito de culpa en esta atrocidad.

La gente triste siempre me parece excepcional. Con ese aire de intelectualismo y superioridad que sin querer se dan, con ese desprecio a lo común y lo ordinario que los hace ver como una raza especial.

A veces muy seguido soy una persona triste. Quiero también parecer interesante y especial. Luego recuerdo porque los llamo la gente triste. Y entonces me pregunto si con tanta idea para arreglar a los demás, podrán algún día hacer algo por ellos mismos.

Death cab for cutie fuera del gimnasio

Traté de rescatarnos por los recuerdos,
sin ver que eso era lo único que nos quedaba por delante.

Te veo, ahí sin presencia y sin embargo haciéndote notar,
fingiendo sonrisas que tu y yo sabemos no tienen nada que ver con la felicidad.
A veces me siento y vuelvo a oír las canciones,
vuelvo a pensar en tus lágrimas de sal
y la confianza que se llevó la mar.

Quisiera contarte todo lo que acontece en mi mundo,
pero no me atrevo a dejarlo en tus manos.
Quisiera quererte por lo que fuiste,
y sólo consigo odiarte por lo que eres.

Deberíamos dejarnos en este camino
que se separa y la vida quiso que fuera unido
y nunca sentarnos a recordar
porque es triste que al estar una al lado de la otra
sea lo único que se nos ocurra hacer.

Memoria de papel

Un día más para quererte y se acaban los tropiezos.
A veces busco entre las notas de amores
aquélla en que no se escriban mentiras
y encuentro mis manos vacías.

Dicen que a falta de memoria se hace una de papel
la mía es de chocolate. Guardo la envoltura del que me comí
aquélla vez que descubrí la música.
La de una ilusión desventurosa,
o aquél cuyo sabor es idéntico a ti.

Los colores de mis recuerdos vienen en rosas
los logros en papelitos de cartón
me lleno de objetos y entre ellos
es imposible volver a encontrar la razón

Saqué de cajas y notas y chocolates y rosas
la conclusión de que me hace falta un día más
un día más para quererte
y mañana volver a empezar.

lunes, 20 de diciembre de 2010

El último día

Este es el último día que lloraré por ti.
No lo prometo, pero al menos lo planeé así. Me vestí de negro, planché mis largos cabellos chinos tal como te encantaba que lo hiciera. Lo dejé suelto y resbala por mis hombros hasta mi espalda. También me pinté los ojos como a ti te gustaba, me puse el brillo de chocolate e incluso traigo puesto el perfume que le puse a todas tus cartas. Hoy soy todo lo que esperabas que fuera. Hoy cantaré las canciones que te compuse y releeré tus poemas, miraré nuestras fotos y tal vez hasta me tome una cerveza. Le diré a mi amigo que me lleve al café de sanborns y sentada en la mesa al lado de la ventana le contaré tus historias y lloraré tu ausencia.
Porque mañana mi cabello dejará de ser largo. Mañana me vestiré de azul cielo y cantaré mis canciones extrañas. Mañana quitaré la rosa de papel que adorna mi espejo y encerraré tus cartas y tus flores disecadas en la caja de recuerdos pasados.
Hoy es el último día.
Mañana comienza mi vida sin ti.

jueves, 4 de noviembre de 2010

En resumen de predicciones fallidas

Y resulta que sí viniste.
Me equivoqué, al final de todo. Me equivoqué en pronosticar tu desaparición total, o quizás sólo llegaste porque dije que no lo harías.
Sin embargo, tu llegada fue una ráfaga de brisa onírica, frío esquizofrénico, estremecimiento imaginario. En cuanto de vi, mi cuerpo reaccionó incluso más rápido que mi mente, emitiendo latidos al doble de frecuencia y mandando alertas a cada poro de mi ser.
Esperé paciente, para luego ir a tu encuentro. Todo casual, como no planeado, como si fuera tan natural como el tener un alfiler encajado en la mano. Y no sangrar, sobre todo nunca sangrar.

Pero lo que se suponía sería la conclusión de lo no empezado, resultó no ser más que eso, un fin. Tu recuerdo suave como la seda e insípido como el aire de agosto esperaba con ansias la dulzura, tu acidez y mi amargor. Pero me di cuenta de que no fue cuestión de tiempo y prisas la carencia del recuerdo. Eres tú. Tú no sabes a nada.

Si no puedo contemplar tu mirada poderosa capaz de dividirme en infinitos cachos de timidez, si no me impresiona tu habilidad y tu blancura, no tienes nada.
Lo que tienes son palabras cortas, o más que cortas cortantes. Lo que tienes es frialdad para decirme nada y que lo poco dicho me resulte tan insignificante como las palabras del viento en la noticia. No sé si tu gusto y tu intelecto sean realmente difíciles de alcanzar para mí, o si vives de pretensiones. Lo cierto es que no me hallo a tu lado como igual, no puedo ser, a falta de libertad busco empezar a fingir, y una vez que eso pasa es que pierdo también mi propio sabor.

Tú no sabes a nada. Yo sí. Tengo en mí el cacao puro de mi tierra, la canela, las especias, las ciruelas en los ojos y la menta en el pensar.

Dejaré de buscarte el sabor, entonces. Dejaré pasar el tiempo y te buscaré una y otra vez deseando esta vez no encontrarte. Dejare que en mi memoria sigas siendo suave seda, pero sin remiendos. Te dejaré volar en mi imaginación antes que en la realidad cortes tus alas y te quiera en el olvido. Yo, yo dejaré de buscarte el sabor. Tal vez eres tú el que debería buscarte uno.

lunes, 1 de noviembre de 2010

No vas a venir

No vas a llegar nunca, ¿verdad?

Desde el instante en que concertamos la cita y que no le pusimos nunca lugar, ni fecha, ni vigencia, supe que no ibas a llegar. De hecho, esa cita jamás fue concertada. Fue más bien una invitación a concertar una cita. Un simple pedazo de papel con notas de una canción fallida es más un plan para hacer planes en el futuro.

Me pregunto qué habrá pasado por tu mente luego de estrujarlo entre tus manos. Al parecer no lo perdiste inmediatamente, porque recordaste uno de los datos. ¿Por cortesía, quizás? Tu y yo no tenemos nada. Lo único que hay es un quizás, y ese quizás está en tus manos.

Tercamente, te busqué de manera constante los días siguientes. Bueno, para confesar algo, es mentira decir que te busqué. Te busco, así en presente. Seguido, tal vez un poco más de lo que sería sano, pero tomando en cuenta que lo sano es simplemente no buscarte. Pero no fue difícil darme cuenta de que no sólo no estás, sino de que nunca vas a estar.
Te tomaré entonces como lo que fuiste, nada, un recuerdo suave sin sabor. Y es sencillo tomarte como tal porque es en sí lo que eres. El único problema es que creo (pues sólo puedo suponer) que eres algo más que una imagen atractiva a mis sentidos y una casualidad cósmica. Si bien es inútil y hasta estúpido ilusionarme con el quizás (ese quizás que por más que sigo escribiendo, sigue estando en tus manos), me hubiera gustado conocerte más a fondo.

sábado, 30 de octubre de 2010

No tienes sabor

Odio tu recuerdo porque no tiene sabor.
Ni porvenir.
Quizás porque era el porvenir el que podía hacerte dulce,
ácido o amargo.
Pero como no existe, tampoco me sabes a nada.


Cuando te conocí, ni siquiera supe definir el color de tu luz.
Las ondas de tu voz pasaron como rayos de pasmo
que me atarantaban al punto de confundir las palabras.

¿Por qué no puedo simplemente sacarte de mi cabeza?
Mi mente busca en sus memorias todas las pruebas existentes
Y yo no puedo identificarte ni con sal

Now I know her name

Desde que esas tres sílabas que difícilmente pueden ser consideradas un nombre llegaron a mi conocimiento, no he dejado de pensar.
Pensé en que lo mejor para mi será la distancia de todo. Con todo me refiero a todo aquello que ocupa espacio en mi mente y que me aleja de mis obligaciones.
Justo en este momento debería dejar de pensar en fiestecitas de halloween e irme a dormir, o ya si de plano no estoy de humor para ello, ponerme a adelantar toda la tarea que se supone debo terminar mañana.
Quizás me ponga a escribir, a hacer algo de más utilidad que estar aquí pensando en ti.
Me alejaré sobretodo de ustedes tres, no porque en mi mente no haya más espacio, sino porque sus mentes no tienen ya espacio para mi.
Después de todo, este juego termina como siempre supe que terminaría.
Ahora sólo me pregunto qué gané de todo esto. Me pregunto que hubiera pasado si mis delirios hubieran sido verdaderos y de todos modos hubiera llegado a mis ojos su nombre. Me pregunto si todo aquello que dejé pasar, ir y venir, habrá roto ya por completo lo que era, y ahora sólo soy pedazos de pasado.
Ahora que se su nombre todo cambia.

viernes, 29 de octubre de 2010

Once upon a time there was a silly girl. Now, I still see a silly girl

Te vi por accidente, ni siquiera en la realidad, sino en una imagen en el inicio de una página conocida como facebook.

Te vi y realmente me hiciste pensar...

Ciertamente, sigues teniendo la misma cara y los mismos chinos. También es verdad que no importa cuanto crezca, siempre has sido y seguirás siendo más alto que yo. Más listo, también.

Pero cuando vi esa foto en el caralibro, una donde tienes un disfraz de caja (A esto, perdón si debía reconocer esa caja como un personaje o algo así, sabes que no soy geek y que no se mucho de casi nada) vi de pronto que habíamos crecido. Ambos, creo.
No me refiero al aspecto físico, aunque se nota a simple vista que ya no somos niños. Tu mirada se veía diferente ahora. Me pregunto que tan inexacta es mi intuición para saber que no eres el mismo, aunque tu esencia siga intacta.
Pensé en todas las cosas que has sabido de mi, lo que me has compartido y todas las veces que me has visto caer y ser estúpida. Y, ¿por qué no? también inteligente algunas veces.

Y ya van 6 años de que aprendieras toda la historia de los simpsons, trucos de magia, programación, after effects y todo adobe, información de casos paranormales, memes de internet, todo sobre star wars, que jugaras RPGs, leyeras libros de chistes entre muchas cosas más mientras yo he probado un poco de todo y olvidado la mayoría.
Crecemos, pequeño. Pienso en la universidad, espero que mi mamá me deje salir por la noche y me muero de ganas de tener un coche. Supongo que te pasa lo mismo o similar, y que esto es sólo el comienzo. Sólo espero que la constante en esta ecuación sea nuestra amistad.

Y sólo para terminar, ¿Quién se supone que es el disfraz de la caja?

lunes, 25 de octubre de 2010

Historias de carreteras

A ti yo te he visto.
Sin rumbo, sin sentido y sin palabras.
Te encuentro siempre en el cruce del camino.
Tú vas en línea recta.
Caminas derecho, siempre sin voltear.
Sólo volteas cuando nos cruzamos.

Yo, en cambio, divago.
Cambio de dirección, me pierdo.
Voy más rápido, o más lento.
Es entonces que no me explicó
por qué siempre te encuentro.

¿Me sigues acaso?
¿O es que el destino va moviendo la ruta?

Personas van, personas vienen...
Viajeros que se esfuerzan por quedarse en mi memoria
Y tú, que apenas y me miras en nuestros cruces casuales,
invades mi mente en mis momentos de ausencia

En estas historias de carreteras
no existen ya las coincidencias
ten por seguro que la próxima vez que te vea
será porque alguien se ha buscado y esta vez no ha fracasado.

Rodeada de observadores, lo único que pedía era un espacio para llorar.

Alguna vez leí un artículo sobre los lisiados. Dicho artículo aseguraba que era posible sentir la parte perdida, es decir, que si alguien no tenía una pierna, de igual manera llegaba a sentir frío, calor, dolor o cosquillas en ella.
Patrañas literarias.
Eso dije al terminar de leerlo. Pero ocurre que hoy me duele el alma, y eso que ya no la tengo. Le pertenece a un hombre blanco, de cabello chino y con patillas, que se la llevó enjaulada con todo y resplandor azul hasta su lugar de origen.
Y no, no la tiene por razones comunes. No se la regalé, no se fue voluntariamente con él, y contrario a las cursilerías esperadas, no se la robó. No señor. La ganó de forma honrada en una apuesta del juego conocido como "futbolito". Debo aceptar que fue una idiotez de mi parte apostar el alma en un juego en el que no tenía experiencia alguna y el otro equipo contaba con un vicio de ventaja. Pero el caso es que ante la derrota evidente, mi alma me dirigió una mirada de desprecio y se encerró para siempre (o al menos hasta que haya una revancha) en la jaula de aquel hombre.
Lo curioso de este caso, fue el momento en que mi alma sucumbió ante el nombrado "Síndrome de Estocolmo". Así es, desobedeciendo a los tratados de odio firmados por mi mente en contra de ese individuo, mi alma no sólo le agarró cariño a su captor, sino que se enamoró de él exponiéndome entera a sus abrazos de amapola y a sus besos de cianuro.
Y así fue que cuando él partió mi alma se fue con él no sólo por derecho legítimo sino por voluntad propia. Ahora me duele lo que no tengo, porque mi alma está con él sin mi y yo conmigo sin él.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Loneliness

-Melancolía es el ruido de un sin ti- Los muros que te esconden, David Aguilar.

Well, en clase de inglés nos dejaron de tarea hacer un poema. A la antigüita, con ritmo y rima. El mío no me gustó la verdad, pero el que le hice a Ricardo... *cof, quiero decir, el que Ricardo hizo y que yo solamente lo asesoré, obviamente somos honestos, cof* me gustó más. Quizás porque vino de mi, de lo que siento, de lo que me haces pensar con tantas dudas y contradicciones. No, que más da, no dudo de ti, dudo de si dudas.

De cualquier manera, la explicación ya se hizo más larga que el texto en sí. So, here it is:

missing you is something I can't bear
as I dream of you while sleeping alone
But even harder is to know you don't care
Resisting to go and call you on the phone

Loneliness is when you're not here
to be counting stars by my side
It is to see how real is my fear
that I'll never be your bride

lunes, 18 de octubre de 2010

Interdit

Tu imagen es la ausencia de lo extraordinario.
Es la pregunta nasciente en las mentes de los que saben.
Tu imagen es la desesperación de lo que no se puede.
Es la efervecencia de mi deseo.

Constante, palpita, a cada segundo de nuestra existencia
Te veo, nos vemos, saludos cordiales y sonrisas francas
mis ganas de gritártelo en la cara y echarte los brazos al cuello
se ahogan lentamente en las barreras del tiempo y la confianza.

Paciencia es el sobrante para tenerte a un lado
y no decirte nunca nada
Paciencia es lo que falta para aguantar mirarte
y no atreverme nunca a tocarte

Yo se que lo que hago está mal
está mal de sólo pensarlo, aunque no lo haga
pero la culpa es de tu mano que cuando roza con mi cara
me derrite lentamente y me deja pasmada

viernes, 15 de octubre de 2010

Estupidez.

Estupidez.
Estupidez es lo que me ocurre cuando toda mi concepción "firme" del mundo se desmorona con una llamada. Estupidez es cuando todo parece tan complicado que no tiene salida, o tan fácil que carece de sentido.

Te aferras? Te lanzas? Sin frenos? Compra nuevas balatas
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Te callas, lo miras, te enojas, lo gritas y lo vuelves a callar
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Estupidez es negar tus palabras comprobadas y creer tus contradicciones.
Estupidez es decir nunca a cada rato y arrepentirte después, pero es aún más tonto decir "nunca diré nunca" y hacerlo de nuevo al cabo de unos momentos.

Pedir a gritos momentos a solas, renegar de la familia y lograr la paz...
... para estar escribiendo en un blog lo sola que me siento.

Buscar en internet la compañía y la vida que no tengo,
luego de reírme de tu patetica existencia cibernetica.

Ver, comprender, analizar, juzgar, negar, y horrorizarse de todo el mal en el mundo
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morirme de ganas de probarlo.

Estupidez es lo que yo tengo
No se si por ser joven
por ser mujer
por ser inocente o por ser yo

O todas juntas
todo, incluso mi inteligencia innecesaria
generan la estupidez

lunes, 11 de octubre de 2010

What changes

Everything changes

Especialmente uno mismo

Tanto tanto tanto
que ya no se quien soy

domingo, 10 de octubre de 2010

A glimpse

*I know is too soon to write about you, but who knows? Writting is what I do best in these cases*
Un segundo de ti
Un segundo que no significa nada
Un segundo de ti, lo que queda en el espacio de mi memoria
Me puse a pensar en el logro que es un segundo
En todas las pequeñas coincidencias y planes del cosmos para que se cruzaran tu mirada y la mía
Una desición de patrocinio
Una beca en tercero de secundaria
La invención de una canción
O una lágrima de infancia
y todo, todo absolutamente todo
desde la hoja que se cruzó en mi camino antes de venir
y las palabras de aliento que escuchaste antes de subir
todo para un pequeño segundo de nosotros
todo que desemboca en lo cotidiano que se vuelve extraordinario
un segundo de ti
un segundo de mi
c-o-r-r-e
y se fue
pero lo ha cambiado todo, y empezamos otra vez

jueves, 7 de octubre de 2010

Calla

Quédate callada.
Como sueles hacer, quédate callada.

El silencio es el mejor sonido que sabes emitir
Es lo único que ellos comprenden viniendo de ti.

Quédate callada, no le digas nada
que cada palabra es una aguja cerca de su perfecta burbuja

Toma los detalles y guárdalos en el olvido
deja que te llenen y empieza otra vez
sonríe, levanta la cara y vuelve a sonreír
pero que no se te ocurra nada que decir

Quédate callada, calla el silencio
calla a tu mente y calla a tu alma
Calla, calla, calla

jueves, 30 de septiembre de 2010

pintura de palabras

Voy a pintar el olvido de azul
para que cuando me olvides me recuerdes
Voy a dedicarte el trino de las aves
para que a donde vayas me escuches

Aprenderé a llamar al viento
para que sople en tu cara un "te quiero"
Encapsularé toda la luz en un momento
para que alumbre mis versos ciegos

Para que me abraces en el plenilunio
o hasta me beses en la ausencia de esa esfera
para que se vaya en la corriente el infortunio
aunque sea un poquito, para que me quieras

prometo vendar mis ojos sin pensar en los abismos
prometo sellar mis labios a reproches de amargura
promete dejar tus manos al alcance de las mías
promete alumbrar mis noches con tus días

viernes, 17 de septiembre de 2010

Don't speak

No sabes el dolor que sentí cuando me di cuenta de que ya no confiaba en ti. Sobre todo porque eras la única persona digna de mi confianza. No, no hiciste nada mal, y creo que yo tampoco. Simplemente que cuando las dudas aquejaban mi mente, no pude pedirte ayuda. No pude hablarte de todo lo que hay en mi interior. No pude contarte las mil cosas que cruzaron mi cabeza, porque ya no parecían confesiones sinceras en busca de oídos donde descansar, parecían, ciertamente, chisme desesperado.
Conversaciones de 3 frases. Invitaciones educadamente rechazadas. Falta de ganas de buscarte, cansancio de la espera de que me buscaras.
Cuando pienso que es cuestión de tiempo, me pregunto si es verdad, si es una prueba o si es tan sólo una esperanza de autoengaño.
No hablaré contigo al respecto, porque no creo que sea cosa de hablar. El día que sientas lo mismo vendrás por ti mismo, y sabremos qué es lo que sucede.
Por ahora seguiré sin confiar en nadie, no porque nadie merezca mi confianza, sino porque me es imposible darsela a cualquiera.

Charla en la sala de conciertos

Ahí estabamos todas. Catalina al piano, tocando Mozart para deleitarnos. Los bocadillos consistían en té de manzanilla y bizcochos con crema de azafrán, como los que sirvieron en el funeral de Ama Clutch. Yo estaba al centro, oyéndola hablar. De todas, ella era la que más intriga me causaba. Después de tantos años, de tantos pseudónimos y tantas personalidades, no había podido encontrarle un nombre. Ni siquiera es igual a mi. Es muy extraño estar rodeada de mujeres idénticas, todas con su personalidad caricaturizada al extremo. Pero ella, a pesar de que sé que es física, y que ciertamente tiene que ser igual a mi, no puedo ni siquiera recordar su rostro. Sólo la escucho hablar.
Nuestra conversación estaba planeada para ser una asamblea, pero fue más bien debate entre nosotras dos. O quizás, simplemente un sermón.

Ella: Todas las aquí presentes sabemos el motivo de la discusión, que si bien podría desviarse a los acontecimientos de "eldiaqueyanosupenada", es mejor que nos concentremos en lo de ahora.

Elphaba: Si se me permite una opinión, "eldíaqueyanosupenada" es un tema de mayor urgencia, ya que nos remite a una crisis de identidad que nuestra simple existencia reafirma. Lo que vamos a tratar ahora lleva igual un buen tiempo y no creo que exista una solución, así que sería mejor pasarlo como insolucionable y listo.

Ella: Ya se ha pensado mucho sobre "eldíaqueyanosupenada". Es tiempo de aclarar la otra situación. Antes de comenzar, Caty, ¿Qué tienes que decir al respecto?

Caty: Lo que ya he dicho. No puedo obligarme a sentir, pero tampoco a lastimar. Es menester dejar que las cosas sigan su curso.
Ciertamente va mucho tiempo ya. Más del que podría decirse que es sano. Pero en sí, ¿qué es sano? No creo que le haga mal esa afección, más bien creo que es como un placebo que lo hace feliz y que evita que la situación se vuelva caótica.

Emily: Si me permites mi opinión, no entiendo el por qué de tu rechazo. Es decir, te ha dado todo lo que alguna vez esperabas que te fuera dado. Te ha tratado de la forma en que alguna vez esperabas que te trataran. Ha perseverado como alguna vez esperabas que alguien esperara por ti.

Caty: Y sin embargo no me siento de ninguna manera al respecto...

Katie: Fue tu mayor deseo y ninguna chispa por ello

Caty: Creánme que he intentado, pero tan sólo imaginarlo me resulta imposible. No le guardo ningún sentimiento, ni una pizca de atracción, ni una chispa de química, nada de nada.

Ella: Entonces, ¿Por qué seguir ahí torturando sus sentimientos?

Caty: Es menester dejar que las cosas sigan su curso...

Ella: Te agrada, Caty. Te gusta tener algo seguro, más con tus crisis de inseguridad. Te gusta saber que cuando te quedes sola aún habrá alguien dispuesto a todo. Te sube el poco ego que tienes el hecho de que una persona sólo sepa mirar tus cualidades. Te encanta recibir buen trato, escuchar canciones que son para ti, porque eso haces tú siempre. ¿O me equivoco? Cansada de siempre darle a todos y que nadie lo regrese, amas que alguien te ofrezca todo. Pero no puedes regresárselo, porque simplemente no lo sientes. Sabes que por ahora eres una droga que lo mantiene feliz, pero sabes también que no es libre.
Yo creo que lo mejor sería alejarse poco a poco, ayudarte con un poco de magia si prefieres, porque no es reciproco. No es sano, luego de tanto tiempo.

Caty: Si le estoy negando su deseo por ser incumplible, no seré cobarde y le negaré también mi amistad. Debo aceptar, con la cabeza baja, que en tu palabra hay algo de razón. Me agrada ser tratada como una princesa aún sin merecerlo, pero más ferviente es mi deseo de su bienestar y felicidad.

Ella: Lleguemos a un acuerdo entonces. Sin distanciamiento y amistad pura, pero harás lo que esté en tus manos a favor de su libertad, aunque tengas que salir de tu zona de confort.

Así fue que llegamos a un acuerdo sobre la otra situación, en la sala de conciertos. Saldré de mi vitrina, sin aires que no me corresponden, para estar a tu lado y ayudarte a ser libre. En cuanto quieras ser libre, claro está. Pero yo por mi parte, no haré nada por mantenerte así por mi.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Buscaba en Google "como controlar", cuando me di cuenta de que en realidad quería saber "cómo erradicar"

Teclear. "¿Cómo controlar mis emociones?". Clic. Buscar. Aproximadamente 1,700,000 resultados.

No. No me sirve.
Fue lo que pensé después de leer en 5 páginas de internet diferentes. Quizás es porque es demasiado estúpido buscar en internet lo que debes aprender en la vida. O tal vez simplemente no nací con la habilidad. O más bien, hice la pregunta incorrecta.
"¿Cómo erradicar las emociones?". Eso está mucho, mucho mejor.

Totalmente intensa, dependiente, dramática, que me encanta "hacerme la víctima" pues. Dicen que el mejor arte nunca proviene de la felicidad (cortesía de Ars) y también me dijeron por ahí que sólo los artistas que conocen el dolor y las emociones fuertes pueden hacer arte expresivo. No estoy diciendo que mi arte (que hasta es presuntuoso llamarlo arte) tenga alguna de las características anteriores. De hecho, no conozco para nada el dolor. Simplemente vivo mis pequeñas tragedias al máximo nivel de intensidad. "Ahogarse en un vaso de agua" me han dicho varias veces.

Creo que es porque muy en el fondo me agradaba estar así. Sentir tanto estimulaba mi imaginación, que de por si ya está algo retorcida. Creía que valía la pena si la creación surgía de ello. Ahora estoy cambiando de opinión.

No tengo mis ideas firmes. No estoy segura de que va a pasar mañana, mucho menos sé qué voy a hacer con mi vida. No tengo ganas de eliminar todo lo que soy de un momento a otro, pero aprendo a quedármelo para mi misma. Pretender. Lo que siempre hago. Lo que empezaba a dejar de hacer. Lo que dices que no debo. Lo que creo que es lo mejor ahora. Pretender.

Una vida normal. Una pinche vida normal. Llegué al punto en que no me importa si es eliminando a mi yo actual, con psicólogo o con prozac. Pero una maldita vida de persona normal y listo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Usted.

Tenía ganas de escribirle algo a usted. A usted, que espero nunca encuentre este blog y nunca lea este escrito, pero si lo hace, sabrá entonces lo que puede llegar a causar en una alumna promedio.

Es extraña la manera en que incluso en mi escrito que se alimenta más de la idealización que de la realidad, tenga que hablarle de usted, porque me es inconcebible romper esa barrera de respeto que existe entre nosotros.
Lo cierto es que cada semana se me hace más difícil prestarle completa atención a sus palabras, porque comprendo sus explicaciones, no me malinterprete. Pero luego de unas cuantas palabras, mis oídos se cierran para brindarle más atención a otros sentidos. Mi mirada se concentra en sus labios mientras pronuncian instrucciones, en sus gestos expresivos, en el movimiento constante de sus hombros y sus manos varoniles. Pero es mi olfato el que más divaga captando su aroma inconfundible, que se mezcla con el aire del salón de clases, creando esa atmósfera única de conservatorio, con música y su loción.

Porque soy una persona demasiado distraída, incapaz de concentrarse lo suficiente en una sola cosa. Es por eso que he pensado en dejar mi instrumento infinitas veces. De pronto me hallo cansada de tocar, pienso en el final de la clase y quiero dejarlo ir. Pero entonces llega el momento en que usted dice la frase que me saca de mi ensimismamiento, un simple: "levántate tantito"
Entonces le dejo el espacio libre y observo con cuidado como el pasaje más insignificante se vuelve luz de color manando de sus manos, siento la profundidad de siglos y siglos de emociones humanas convertidas en partitura.
Lo mejor es cuando lo escucho interpretar piezas completas, o mejor aún, obras de música popular. Entonces pareciera que puede terminarse el mundo fuera del aula, pero dentro todo seguirá en su estatus etéreo, casi onírico de notas danzantes en color.

A veces pienso en lo absurdo y trillado que es esto. Tener un platónico en el maestro de piano. Me pregunto cuántas alumnas pensarán en usted de la misma manera y peor aún, me pregunto si alguna lo ha creído alguna vez posible. Lo cierto es que mientras la música siga siendo mi pasión y la enseñanza la suya, seguiré cerrando los ojos unos pocos segundos mientras no me mire para disfrutar el aroma de su loción.

viernes, 13 de agosto de 2010

Regrets

Cuando uno se arrepiente, normalmente se arrepiente más de lo que no hizo que de lo que sí.
En lo personal, yo no me arrepiento de nada de lo que he hecho (más que de lo llamado "lo que nunca existió...", pero eso es otra historia). Pero siempre que pienso en lo que no hice, se siente raro. No sé por qué, pero me dieron ganas de hacer una lista de lo que tenía ganas y nunca hice contigo (tú, persona a quien este escrito no va dirigido y que espero que nunca lo leas)
Ahora que ya no estás, creo que se quedará en mi imaginación. Por cierto, la mayoría de las cosas son imposibles pero me vale madres, igual es lo que quería hacer contigo.

1. Viajar en globo aerostático. Con comida y todo, sobre campos verdes.

2. Ir al Caribe. Dondequiera que eso se encuentre. Y ya estando allá, ¿por qué no? Subirnos a un buque al estilo García Márquez

3. Inscribirnos en un concurso de cortometraje (ahora sí) y ganar

4. Ir a cenar al restaurante "bésame mucho" (el del director de la escuela de Vato) o al que está por la catedral que es carísimo. Claro, tú de traje, yo de vestido de noche, y bailar danzón o lo que sea que bailen las personas nice en las cenas elegantes.

5. Ir a Zacarías a escuchar a Memo tocar.

6. Tocar juntos en una banda.

7. Claro, si hacemos eso, actuar juntos en una obra.

8. Empaparnos en la lluvia y brincar charcos.

9. Escapar a Pátzcuaro sin avisarle a mi madre.

10. Regresar a Zirahuén.

11. Ver quisiera ser millonario y Voces inocentes

12. Un fin de semana en Atlihuetzia, Tlaxcala

13. Ir al museo de tortura en Halloween. Disfrazados.

Y muchas otras cosas que ahora no me acuerdo pero que conforme las recuerde iré poniendo en este post. ¿Para qué? Sin utilidad específica, o por puro masoquismo tal vez. Lo que sí es que no importa que pase, igual me la pasé de maravilla contigo y siempre estarás en mi corazón (puaj! que tremendamente cursi y cliché sonó eso! Pero soy una chica de clichés, así que whatever)


-----------------Love just is---------------------------

jueves, 5 de agosto de 2010

Ganas de ti

Hoy traías una playera negra, y encima una camisa de rayitas. Al bajar, cada paso fue amplificado en mis oídos y la brisa de tu aroma impregnó el aire como si hubiera habido una explosión. Te sentaste en el sofá de enfrente y por más que te miraba embelesada, tus ojos se perdieron en algún punto del techo. Durante unos segundos, mientras a lo lejos estaba el murmullo de mi conversación con César y las constantes interrupciones de tu hermano, tuve tiempo de analizar cada rasgo y cada detalle de tu cara.
Tu cabello, alborotado, no muy abundante, en chinos negros que enmarcan tu rostro. Tu piel, de ese color indescriptible "caucásico". Blanco por definición, yo no he encontrado palabras para decirlo. Tus ojos cafés, tremendamente expresivos, de una dulzura radiante y de una severidad inverosímil, que lo mismo pueden provocarme pánico y tensión que ganas irrevocables de lanzarme a tus brazos y pedirte que estés conmigo el resto de la vida.
Por último, tus mejillas. No sé por qué, pero es mi parte favorita. Se colorean con demasiada facilidad, y son tan redondas cuando sonríes. Porque no importa cuán viejo te hagas, o todas las heridas que pudieran desgastarte con el paso de las experiencias, tus mejillas siempre serán las de un niño.

-Es por eso que Darth Vader es el mismo que Anakin...
-¿Qué? ¿De qué hablamos?

Dejé de mirarte como hipnotizada para ver todo el diagrama de Star Wars que César había dibujado en el pizarrón.

-Que Darth Vader es Anakin, eso explica el por qué es el padre de Luke Skywalker...
-Ay César, creo que acabas de spoilearme Star Wars...

Sonreí y seguí bromeando con César y tu pequeño hermano, sólo para observarte de reojo de vez en cuando. Iba a escribir que prometo no mirarte tanto, pero para qué hacer promesas incumplibles.

martes, 8 de junio de 2010

Miedo

Hoy me enteré de cosas. Me enteré de varios de mis compañeros que no van a estudiar lo que habían dicho. Y está bien. Digo, sus razones han de tener y yo no puedo saberlas. Pero me sacó de onda el hecho de que yo siempre los vi como personas que llegarían lejos en lo que se habían propuesto, y no descarto el hecho de que lleguen lejos en la nueva opción, sino que simplemente me causó extrañeza.

De repente me planteé la opción de que hubieran desistido por miedo. "Poco a poco todos se van rajando... y he visto que es cierto" fue lo que me dijo la persona que me platicaba de estos nuevos cambios de opinión de ciertos compañeros. A decir verdad, me dio muchísima tristeza el pensar que el miedo haya podido ser una de sus motivaciones.

En lo personal, el miedo es una emoción con la que convivo diariamente. Para los que no me conocen (Por favor Caty, nadie lee este blog) le tengo miedo a desde tonterías como cruzar la calle hasta ser secuestrada o que mi vida sea un desastre. Suelo ponerme muy nerviosa seguido porque cualquiera de mis temores puede hacerse realidad, pero a decir verdad, hasta ahorita ninguno lo ha hecho. Y bueno, nunca está demás tener precauciones, pero ¿qué pasa cuando el miedo ya no te permite vivir?

Confieso que eso ha estado a punto de sucederme en varias ocasiones. No me maquillo cuando voy de viaje porque si asaltan el autobús no quiero llamar la atención de los delincuentes. No me inscribí a un concurso de piano porque iba contra profesionistas del conservatorio que me harían quedar terriblemente en ridículo. No apliqué para las universidades de mis sueños porque cobraban 100 dólares por aplicar y de cualquier manera era muy difícil que me aceptaran, y aún más que me dieran beca. No digo lo que siento por temor a que me desprecien y mejor no hablar que decir y no ser escuchada. Y casi me voy a medicina.

Psiquiatría, de hecho. Es una muy buena carrera, y me gusta en realidad. Me fascinan los misterios de la mente, me agradaría estudiar más a fondo las enfermedades mentales porque al menos ahora yo las veo como puertas hacia otros mundos. La esquizofrenia por ejemplo, la veo como una ventana hacia otra dimensión, una parte del poder mental que esa persona tiene desarrollada y que por no poder comprenderlo lo tachamos de enfermo mental. Pero no sé prácticamente nada sobre la esquizofrenia y sólo estudiando más a fondo podré afirmar o refutar mis teorías.

El punto aquí es que más allá de mi fascinación por la mente humana, que siempre he tenido y siempre tendré, la razón por la que pensé en psiquiatría fue el miedo. Después de todo, como médico psiquiatra tendría que trabajar en una institución con sueldo fijo. Bueno y seguro. Podría ser que no fuera así, pero bueno, creo al menos que con mi facilidad para las cuestiones académicas podría ser aceptada en una buena escuela y lograr un buen resultado de mis estudios.

Si estudio animación, en cambio, surgen las dudas. ¿Me dejará suficiente para vivir? ¿Conseguiré trabajo fácilmente? ¿Podré sobresalir? El arte no es cuestión de estudiar y matarse. Es ser o no ser. No hay artistas mediocres con sueldos promedios. Si lo haces bien se vende, si no, pues no. Y para alguien así de insegura como lo soy yo, es difícil que cada vez que le digo a la gente qué pienso estudiar escuche comentarios como "Ay mija... ¿Y estás segura que no te mueres de hambre?"

Pero ahora puedo decir que no, no estoy segura, pero si estoy segura de lo que quiero hacer. "Si te vas a arriesgar, arriesgate bien. Porque si lo haces con miedo, entonces ni en una ni en otra vas a hacer nada", me dijo el mismo amigo con el que platicaba. Siempre es más fácil ver las cosas en otros que en ti. Cuando me enteré de lo que les decía al principio de este escrito dije "No que mal. Si Fulanito realmente era bueno en x. Él si la hubiera hecho". Entonces pensé que por qué no podía aplicar eso también a mi. Yo tengo miedo de no ser buena artista. Tengo miedo de que todo salga mal. Tengo miedo de haber tomado una mala decisión. Pero ¡Maldita sea! me encanta el arte y no quiero cargar con "Caty realmente era buena para la animación. Tal vez ella si la hubiera hecho"

Así que estudio animación, y la voy a estudiar bien, dando todo lo mejor de mí. Tal vez no empiece a dejar abiertas todas las puertas de mi casa en la noche, pero es tiempo de ir a donde quiera aunque esté del otro lado de la calle.

martes, 1 de junio de 2010

Bad dreams

Ese viento inexistente que levanta la arena
Trae consigo la cura de mi asfixia
Llena de espejismos el vacío de tu ausencia
Y el dulce amargor de la fantasía

Intento llenar de falsedades mi melancolía
Quiero que me mienta mi vana poesía
Grito y tiro la vida por la borda
Para nunca decir nada

Me pregunto porque escribo
Si nunca me agrada lo escrito
Me pregunto si es por liberarte
O más bien para retenerte en el papel

Tienes unos ojos como no había visto
Son color de fogata calmada
Atraviesan hasta la mirada más profunda
Al tiempo que son como una fuente al medio día

Ese viento inexistente que no es sino artefacto del humano
Fábrica de lágrimas en la virtud
Palabras que han nacido del lago enternecido

Ese viento inexistente que seca el maíz
El perfume y las esmeraldas
Tiene el mismo matiz que la falta de luna en octubre.

------------------Go home darling, to the land of dreams. Only be sure to have your dreamcatcher near------------------------

lunes, 31 de mayo de 2010

Maíz con sal


Amelia tenía lágrimas de maíz. Así que después de llorar, juntaba todas sus lágrimas en una olla y preparaba palomitas.
Un día lloró tanto que al día siguiente abrió en su casa la proyección de una película y vendió las palomitas. Hizo tantas y fue tanto su éxito que no sólo le alcanzó para pagar la renta del proyector, sino que además se pudo financiar una semana en el Caribe.
Pero aquel viaje no hizo sino enriquecer su nostalgia al recordar promesas del pasado, y la gente se sorprendía de encontrar granos de maíz rodando por la cubierta. Mientras miraba al océano en sus tardes de calma, Amelia se perdió en el sol que bajaba por el horizonte. Decidió entonces que si el amor que ella sentía era tan grande, debía buscar hasta el infinito la manera de revivirlo. Luego de que pasó la semana y regresó al pueblo, lo primero que hizo fue tocar a la puerta de Álvaro Cárdenas.
Sin embargo, contrario a las escenas de su imaginación, donde él abría la puerta para decirle cuanto había esperado aquél momento y la tomaba entre sus brazos; Álvaro se sorprendió de verla y de la forma más educada que pudo, le explicó que no tenía nada que hacer ahí y volvió a cerrar la puerta. Durante 6 días con sus noches, Amelia lloró sola en su habitación. Al séptimo día estaba a punto de volver a hacerlo cuando su familia le dijo que ya todos estaban hartos de comer palomitas, que luego de tanto les habían creado indigestión. La muchacha, en vez de tomarlo como un incentivo para olvidar, pensó que el problema eran sus lágrimas anormales y fue a visitar al médico en busca de una solución.
El médico, que se pavoneaba con sus diplomas de Francia y Bélgica en materias de medicina, le recetó un menjunje con sabor a lechuga con naranja. Amelia se lo tomó al pie de la letra, una taza cada seis horas durante 14 días. Y como si el destino quisiera que probara la eficacia del remedio, ese día al salir a la calle vio en la plaza a Álvaro Cárdenas nada más y nada menos que acompañado de Acacia, la que un día había sido amiga de Amelia. La chica aguantó recta y digna mientras los otros dos se paseaban por la plaza, absortos en abrazos y cursilerías. Pero al llegar a su casa, comenzó a llorar esta vez perfume de gardenias. Así que cesó pronto su llanto y se puso contenta no sólo de que hubiera funcionado, sino de que el perfume le parecía mejor que los granos de maíz.
Luego de un tiempo, Amelia había logrado olvidarse por completo del incidente con Álvaro Cárdenas e incluso lo saludaba con alegría al encontrárselo en el mercado. Sus días estaban llenos de trabajo en la cocina familiar, de sueños respecto a lo que esperaba sería su futuro en biología y de lloriqueos de sus hermanos menores. Pero a medida que pasaba el tiempo, su sensación de soledad iba en aumento y aunque no lo aceptara, tenía ganas de volver a tener a un hombre a su lado. Y así, fue una tarde de abril que llegó Javier Villagómez.
Era una tarde difícil. No cesaba de llover, y la cocina económica estaba llena. Amelia iba de aquí para allá atendiendo a los clientes, dándoles su pedido, cobrando las cuentas y limpiando mesas. El más pequeño de sus hermanos lloraba y la jalaba de su falda pidiendo atención. Su madre, al mismo tiempo, le pedía que la ayudara a meter la ropa que se estaba mojando. Los clientes alzaban las manos y le hablaban todos al mismo tiempo. Fue tanto el estrés que Amelia empezó a confundir los platillos y a darle caldo al que había pedido tampiqueña y la tampiqueña al que había pedido caldo.
El acabose de la situación fue cuando un cliente se acercaba para reclamar y sin fijarse, Amelia le tiró la sopa encima. El señor se enfureció e instantáneamente comenzó a gritar improperios contra la mesera y el restaurante en general. El padre de Amelia llegó presto a arreglar la situación y mandó a su hija a descansar, no sin antes dirigirle una mirada que más que enojo contenía decepción. Sin poder evitarlo, Amelia se sentó afuera de su casa en la banqueta y comenzó a llorar. Sin que se diera cuenta, alguien estaba sentado a su lado. Javier Villagómez se presentó y se disculpó por la actitud de su padre en el restaurante. Comenzó a aspirar y se preguntó de dónde provenía aquél perfume tan maravilloso.
-Son mis lágrimas- dijo Amelia- es un mal de nacimiento...
Pero Javier Villagómez no la dejó explicarse, estaba tan maravillado con aquella joven que en vez de llorar producía perfume de gardenias que inmediatamente la invitó a salir.
Desde ese día y durante poco más de un año, Amelia y Javier fueron muy felices juntos. Les gustaba pasear por la plaza, ir a las funciones de cine y escuchar los conciertos del domingo.
Pero ocurrió que luego de acabarse la cartelera, ir a conciertos todos los domingos y pasear por la plaza hasta conocer cada detalle de la cantera con que estaba construida, la rutina empezó a hacer su aparición en la relación. Amelia empezó a notar que Javier estaba cada vez más distante y que ya no le decía que la quería con la misma frecuencia. Y peor aún, ella empezó a notarse a sí misma aburrida y con ganas de novedad. Un domingo, después de regresar del concierto de las 6, sintió ganas incontenibles de besar a un desconocido.
El mesero sin nombre de la boda de su prima segunda sirvió perfectamente para tal propósito al siguiente día. Después de un rato de jugar a las miradas, él se metió en la cocina para servir más café, y cerciorándose de que nadie le prestaba atención, Amelia entró tras él y tomando su cara desprevenida entre las manos, besó apasionadamente al muchacho. Durante un rato, siguieron en aquél idilio sin palabras hasta que el sonido de un globo al tronarse interrumpió el ensimismamiento de Amelia, que sólo estaba imaginando cosas sentada a la mesa con sus familiares.
-¡Oh pero qué ternura!- exclamó Hortensia- tan enamorada estás de Javier que te quedas ida pensando en él
Amelia bajó la mirada con un soplo de culpa. Como siempre, las voces de su conciencia estaban gritándose las unas a las otras sin conseguir llegar a un acuerdo. Terminó pensando en el mesero. Lo volteó a ver con lo que ella creía una mirada discreta y casual, pero se sorprendió no sólo al ver que se había dado cuenta, sino que le contestaba con una sonrisa. Volvió a bajar la mirada e incluso abrió el libro que llevaba para evitar seguir pensando. El ambiente era en general bullicioso, todos bailaban al son de las cumbias y parecían divertirse como adolescentes. Amelia, que realmente era una adolescente, era la única que se quedó en su lugar toda la tarde, si no leyendo, pensando, o la segunda mientras fingía la primera.
-¿Quieres refresco? ¿O un café? ¿O te apetece más decirme tu nombre?
La voz de aquél desconocido hizo que sintiera un escalofrío en la columna. Era exactamente lo que había estado esperando. Su voz era aguda, seguramente molesta después de oírla por largo rato. Al tenerlo de cerca pudo analizar sus facciones corrientes, el cabello engomado, la piel oscura como la tierra. Nada que lo distinguiera del montón y fue exactamente eso lo que le agradaba a la chica. Negó con la cabeza y le sonrió de nuevo. El mesero, poniendo en peligro la propiedad, se acercó para decirle su nombre.
-Si no quieres decirme quién eres, te diré que yo me llamo...
-No, no quiero saber tu nombre- Fue todo lo que dijo Amelia y todo lo que conversaron ese día
Al salir de la boda sin mayores sucesos que la monumental caída de la prima Norberta mientras bailaba la quebradita, Amelia volvió a hundir su cabeza en el libro. Su estupefacción fue grande al descubrir una nota con un número de 10 dígitos. "Para que me llames, o me mandes un mensaje si prefieres" decía. Amelia miró la nota largo rato, pensando en lo incorrecto de la situación. Tenía ganas incontrolables de llamar a Javier, para besarlo y guardarle el sentimiento tan intenso que no tenía para ningún otro. Tenía también ganas incontrolables de llamar al mesero sin nombre, para besarlo y no guardarle sentimiento alguno.
A la semana siguiente, Amelia se sentía tan culpable de siquiera haber pensado en alguien más que intentó revivir su relación con Javier. Le propuso que salieran a bailar el viernes por la noche, le tejió una bufanda e incluso le cantó una canción. Pero se dio cuenta de que Javier respondía a todo esto con la misma frialdad con que lo hubiera hecho a una clase de matemáticas.
Ese domingo, mientras esperaba la llegada de su novio para ir al concierto habitual, Amelia pensó en el mesero. Pensó en quemar la nota para no saber su número y así evitarse tentaciones. Pero una hora después de pensar, se dio cuenta de que seguía esperando y Javier no llegaba. Era la primera vez que no iban al concierto del domingo, y era la primera vez también que la dejaban plantada. Sin pensárselo dos veces tomó el teléfono y una voz aguda y corriente le correspondió del otro lado.
El mesero se llamaba Dionisio Vázquez. Amelia accedió a verlo la semana siguiente, más por despecho que por ganas. Pero luego de tomar café y pasear un poco por el bosque, se dio cuenta de que le agradaba su compañía.
Luego de dos salidas, Amelia entró en conciencia de que lo que hacía estaba mal. Analizó las cosas cuidadosamente. El cariño que le había tomado a Dionisio Vázquez no era ni de cerca el que sentía por Javier Villagómez. Sin embargo, le agradaba salir con Dionisio y que la hiciera sentir querida. Pensó y pensó en que debía decidirse por alguno de los dos. Pero esa decisión se fue alargando y alargando al punto en que cuando se dio cuenta, llevaba ya más de tres meses engañándolos a ambos.
Así que tomó la determinación necesaria y decidió que era mejor quedarse con Javier, pues al fin y al cabo habían pasado muchas cosas juntos, que no valía la pena perder por un amor pasajero. Ese día, había quedado de salir con Dionisio Vázquez al bosque, y en medio de los árboles, Amelia le confesó la existencia de alguien más. Dionisio la abrazó y dejó que llorara en su hombro. Le dijo que la entendía, pero que no esperara volverlo a ver jamás porque realmente había lastimado su corazón. Amelia se sintió culpable, pero aliviada de haber terminado con aquella situación al fin.
Sin embargo, esa noche Dionisio Vázquez fue a la cantina del pueblo a beber a la salud de Amelia. En la barra se encontró con alguien llamado Javier Villagómez, que estaba ahí por mera casualidad. A falta de alguien más, Dionisio le contó de como una mujer acababa de abandonarlo por alguien más. Javier reconoció el perfume de gardenias en su ropa e hilando los hechos, se dio cuenta de que había sido engañado.
Al día siguiente, Javier Villagómez terminó con Amelia. Ella intentó pedirle perdón e impedir su partida, pero sus lágrimas no hicieron sino confirmar el dolor de Javier Villagómez. Desconsolada, Amelia lloró toda la tarde provocando en su casa un ambiente soporífero a causa del exceso de perfume. Una vez más, Amelia maldijo su condición y le echó la culpa a sus lágrimas de haber arruinado su felicidad. Así que una vez más fue a visitar a aquel médico francés, quien le dio a beber una poción esta vez con sabor a pimienta y chicharrón.
Aunque le costó más trabajo, Amelia se tomó la medicina sin falta cada 16 horas durante 25 días. Al final, fue una caída la que le hizo darse cuenta de que había funcionado y ya no era perfume de gardenias sino esmeraldas lo que salía de sus ojos en lugar de lágrimas. Por fin, luego de superar sus decepciones amorosas, Amelia juró un 14 de enero no volverse a enamorar en su vida. Pero más pronto cae un hablador que un cojo, cuando Carlos Escobar llegó a su vida.
Era un muchacho un tanto presumido, había crecido en una familia de alcurnia. Su familia había perdido todo su dinero en un negocio fallido, pero él seguía acostumbrado a gastar demasiado. Eso sí, era tan guapo que no había muchacha que se resistiera. Esto último incluyó a Amelia.
Empezaron a salir a principios de marzo, y si bien no era la persona más interesante sobre el planeta, Amelia sentía latir su corazón frenéticamente cada vez que lo veía. Pero ocurre que con el paso del tiempo, otra muchacha pasó a los ojos de Carlos y éste se decidió por dejar a Amelia. Estaban ambos sentados en el café cuando él le confesó la razón de su encuentro, y al sentir su corazón romperse, Amelia cerró los ojos y empezó a llorar esmeraldas. Carlos Escobar la miró asombrado y volteó hacia todos lados para asegurarse de que nadie más se había dado cuenta de lo que estaba pasando. Abrazó a su novia y la sacó de la tienda para hablar mejor.
Luego de hacerle muchas preguntas, Amelia le explicó lo del mal genético que por alguna extraña razón hacía que sus lágrimas fueran esmeraldas. Carlos la miró con fascinación y no sólo le pidió perdón por haber tratado de dejarla, sino que en ese momento le propuso matrimonio.
Así que apenas dos semanas después se celebró la boda con todas las tradiciones del pueblo y Amelia lloró un par de esmeraldas de felicidad, mismas que su esposo recogió en una bolsa de celofán sin perder el tiempo.
La luna de miel fue al norte del país puesto que Amelia se rehusó a que fuera en el Caribe, y al cabo de unas semanas la esposa era tan feliz que no hubiera podido verse persona más alegre en el planeta. Sin embargo, Carlos se veía cada día más nervioso. Le compraba a su esposa películas de drama, la ponía a picar cebolla y le llevaba comida muy picosa para comer. Pero al no lograr que llorara, un día le pidió directamente que lo hiciera.
-No seas tonto- dijo Amelia riéndose- no puedo llorar a voluntad...
De pronto, Amelia vio como la furia crecía en la cara de Carlos Escobar y retrocedió con miedo. Carlos empezó a gritarle como nunca nadie lo había hecho, y Amelia se quedó petrificada en la esquina de la habitación. Entonces comenzó a llorar. Estaba tan asustada, tan triste e indignada que llenó un par de costales de esmeraldas.
Apenas un par de semanas después, Carlos abrió la "Joyería Escobar" en el centro de la ciudad.
Personas de todo el mundo venían a comprar sus exclusivas esmeraldas, y pronto el negocio creció tanto que hubo que abrir sucursales no sólo en el pueblo sino en todo el país. Cuando la joyería hubo prosperado, Carlos abrió otros negocios como una cadena de comida rápida, una marca de ropa, venta de automóviles y una empresa de telefonía celular. Al cabo de unos años el matrimonio Escobar pudo comprarse una mansión a la orilla del mar, ropa de marca, coches exclusivos y todo lo material que uno pueda soñar. Estaban tan bien económicamente que Carlos desistió de maltratar a su esposa para obtener esmeraldas y hasta empezó a tratarla bien en un intento algo patético de agradecerle su fortuna.
Sin embargo, Amelia lo tomó como un renacimiento del amor. Creyó que el cambio de actitud de Carlos se debía a un re-enamoramiento más que a una reacción de auto-redención. Así que se arregló más que de costumbre y lo esperó en el comedor, vestida de rojo y con la mesa alumbrada con velas. Al llegar, su esposo se asombró de lo que veía. Ella lo abrazó y empezó a hablarle de amor, de cómo a pesar de los años el suyo seguía intacto y le contó todos los planes a futuro que tenía, los cuáles incluían claro está, el envejecer juntos.
Carlos Escobar se puso pálido al escuchar la palabra envejecer, y más aún al pensar en envejecer al lado de Amelia. Se retiró de entre sus brazos y le explicó, no de la manera más cuidadosa, que el único amor que había habido era el de Carlos por las esmeraldas. Amelia se quedó helada al escuchar la verdad que ya sabía y sintió como las piedrecitas verdes se acumulaban en sus lagrimales. Pero se aguantó con tal de no darle más piedras preciosas a su marido y salió corriendo de la casa maldiciendo su vida, su ingenuidad y sobre todo maldiciendo sus lágrimas. Era ya muy noche cuando tocó a la puerta del médico francés, sólo para que le abriera una muchacha en bata y le informara que hacía ya un par de años que el médico había muerto. Desesperada, entró por la fuerza en lo que algún día había sido el consultorio del médico y comenzó a tomarse cuanta pastilla encontraba a su paso, regando esmeraldas por el piso y por el escritorio. Finalmente, una de las píldoras detuvo las esmeraldas y una gota de agua salada resbaló por sus mejillas llegando hasta su boca. Al final de todo había logrado tener lágrimas normales. Pero el sabor a sal se le hizo tan nauseabundo que Amelia cesó de llorar, desde ese día para siempre.


martes, 18 de mayo de 2010

No... pero espera! sí

No puedo siquiera escribirte.
Es el colapso de las fuerzas contrarias. Siempre gana una, en tu caso, son igual de fuertes.

lunes, 26 de abril de 2010

Una última postdata

Supongo que nunca sabrás el daño que causaste, vivirás siempre en la ignoracia. Bien dice Oscar Wilde que la superficialidad es el mayor defecto de la humanidad, y tú ciertamente la emanas a cada paso que das. Ahora miras el mundo por encima de tus ojos, escudriñas cada falta de mi ser con repugnancia. ¿Te imaginas que en mi alma hay más luz y pureza de la que jamás podrás oir hablar?
Por ti pude olvidar de dónde había venido y hacia dónde iba. Sólo existía el presente, tu costado, mi realidad. Me alegro de pensar que al menos pude ser por un momento mártir. Porque se diga lo que se diga, ser mártir es algo que las personas disfrutan. Es el consuelo, no por ello menos válido, más insignificante y ridículo que existe. El conocimiento de la sinceridad de mis sentimientos me hace parecer la buena de la historia, comparada contigo.
Pues si bien no intento compararme con aquél que es maestro, con aquél que merece los elogios y lisonjas de eruditos; me atrevo a afirmar que pareciera que sus libros fueron todos escritos de mí para ti.
No podría reclamar la pérdida de mi esencia artística. Si bien tu partida ha traído con ella caída irremediable, bloqueo musical absoluto; debo confesar que ese tiempo contigo me hizo escribir como nunca antes lo había hecho. Uno a uno manaron de la tinta la música y la poesía, la prosa y el arte gráfico. Uno a uno, eran todos destinados a tu persona, centrando mis creaciones en tan espantosa obra de la naturaleza.
Y todas tenían el fin único de agradarte. Algunas ni siquiera vieron salir la luz, a pesar de no ser para nada despreciables, simplemente por el temor de colmarte de miel al punto de provocar tu huída. Y huiste de cualquier manera. No pude evitar que te fueras por más que eliminé todas las razones. Y la razón por la que te fuiste fue la más sencilla y la única que era inevitable: ausencia de sentimientos.
Tengo consideración de que es imposible que conozcas las dimensiones del abismo por el que me hiciste caer. No espero que hayas derramado ni una sola lágrima, mientras que yo pude haber llenado el océano índico. Tampoco quiero que entiendas cómo me sentí, porque para entenderlo tendrías que vivirlo, y a pesar de todo no te deseo una cicatriz en el corazón.
Puedo decir que ello no es tu culpa. Uno no gobierna sobre el alma, sino que es el alma la que maneja todas nuestras acciones y pensamientos. Pero lo que hiciste a continuación de tu partida no tiene palabras para ser expresado. Fue el momento cúspide de mi derrota, y fue también lo que demostró tu superficialidad.
No puedo despojarte de tus cualidades porque estaría mientiendo. Tienes todos los recursos para llegar lejos e incluso para dejar una huella en el pensamiento colectivo. Pero ello no borrará jamás tu falta de bondad y honestidad. Ello no cambiará los hechos, ni te hará menos superficial. Espero que algún día te mires y comprendas que hay cosas más allá de lo que ves. Espero que llegues a darte cuenta antes, o que más da si después, pero que vislumbres que el alma, y con ella sus fragilidades, es la que nos hace humanos.
Pasaste por encima de mi espíritu y del polvo que hiciste de mis sentimientos. Burlaste mis palabras cultistas que buscaban confesar un amor puro e incondicional. Y a pesar de lo que mis imaginaciones puedan sugerir, aquellas que te pintan sufriendo en las llamas de la hoguera y que debo aceptar que me deleita, mi deber es otorgarte el perdón como lo daría a cualquiera que me lo pidiese, lo callase o me lo negase.
Toma por olvidado todo cuanto me causaste, pero espero que al salir por esa puerta, al finalizar la ceremonia, no vuelva yo a saber nada de ti.





-----------------------Y ahora con todo el debido respeto, te invito a que concurras a infortunar a tu progenitora--------------------------------------------------------------------------------

martes, 20 de abril de 2010

La primera estrella de la tarde

----------------No sé si escribía mientras estudiaba política, o si estudiaba política mientras escribía-----------------------------------------------------------------------------------


El mundo se deshizo y volvió a hacerse en un instante.
Encontré el color de tu espíritu en la primera estrella de la tarde.
Tenía el azul intenso de agua que no es de mar.
Me dejé caer en la calma de la brisa,
en las notas de cada fragancia en el ambiente.
Estaba sola y me sentía tan llena de mí misma,
como si fuera cierta la inexistencia y la singularidad.
Me detuve a pensar en el universo
y en que somos una gota de tantas que hay.
Si hubieses visto la imagen en que día y noche hacen las pases sellando su único momento,
que podría yo más decirte que era mejor plasmarlo al papel que a una fotografía artificial.
Escuché la voz del viento que me trajo respuestas
a preguntas jamás formuladas.
Te he inventado.
A ti, al tiempo y al destino.
Y me pregunto,
¿Qué tan real será tu voz?

miércoles, 7 de abril de 2010

No es una razón

Me asusta mi naturaleza
que lo toma todo por impulso.
Pero no es una razón, ni tú lo eres
me juro que no lo eres.

Como dos gigantes,
el mundo es nuestro.
Me sorprende no haberlo sabido
pero nunca lo ve, no está ahí

y no pretendo explicarme
no hay nada que explicar.
Esta vez pienso pensar
de verdad detenerme y pensar

Todo se colorea de azul
y el cielo se vuelve a oscurecer
en un segundo eterno
con sabor a canela

Cae, pasa y se detiene
Se detiene todo en un mirar
Se corta de pronto en un respiro
y tu corazón amplificado

Y sé que lo sabes,
tú sabes que lo sé
aunque finja la mirada perdida
y una sonrisa lo borre todo de nuestros recuerdos.

Camina, que es tarde, y deja de pensar.

lunes, 29 de marzo de 2010

Infatuación

-De que no lo es, no lo es- Pensó mientras lo miraba a los ojos. Pasó su mirada por toda su cara y se sintió un poco culpable.
Anika había planeado terminarlo esa mañana. Sabía que, como todos los días, Marco llegaría a eso de las diez con el desayuno. Luego de comer, él intentaría abrazarla y entonces ella tendría que hablarle, no sin muchos rodeos y sutileza, acerca de la infatuación y su similitud con lo que ellos habían sentido alguna vez. Pero como toda pasión irracional, tenía un fin; el cual habían alcanzado ya. Sabía que a eso seguirían reclamos, intentos de arreglar las cosas y tal vez una que otra lágrima, pero no había nada que arreglar: ella ya no sentía nada por él.
Dieron las diez y ella esperó sentada en la sala. Al cabo de unos segundos sonó el timbre y todo ocurrió de acuerdo a lo planeado. Sin embargo, en el momento en que Anika iba a pronunciar la frase "Hay algo que debo decirte...", un hombre derribó la puerta del departamento de una patada. Sin que lo hubiera previsto y sin que pudiera hacer nada para evitarlo, cinco hombres armados entraron en la sala, los apuntaron con sus rifles y los sacaron de ahí por la fuerza, para luego llevarlos a un lugar que ninguno conocía.
Ahora se hallaban los dos amarrados a un par de sillas. Frente a ellos estaba un hombre con la cara cubierta y su arma cruzada en el pecho. Era una habitación pequeña, de unos 3X3 metros, el piso y las paredes de cemento y sin ventanas. Sólo había una pequeña puerta de metal, la cual se abrió para que pasara un hombre. Marco y Anika reconocieron al sujeto de inmediato. Era Gabriel García, el jefe del cártel enemigo.
-No voy a decir palabras innecesarias- dijo el narcotraficante- me limitaré a explicarles la situación.
Puso en el suelo una caja metálica que traía en las manos y continuó: -Esto que ven aquí es una bomba de tiempo. En cuanto yo presione el interruptor, tendrán exactamente 60 minutos para reflexionar en lo que hicieron, ver sus vidas pasar o cualquier tontería que puedan imaginar. Después de eso, la bomba hará explosión y… creo que ya no es necesario decir qué pasará.
Gabriel presionó el botón y la pantalla del aparato empezó a marcar regresivamente los 60 minutos. Acto seguido salieron él y el soldado. Entonces un silencio espectral reinó en la habitación.
Marco y Anika eran sicarios. Se conocieron en una misión 3 años atrás, y de inmediato hicieron clic. Luego de algunas salidas terminaron sosteniendo una relación algo tormentosa, pero intensa como ninguna. Habían decidido retirarse del narcotráfico apenas hacía dos meses, cuando cumplieron la misión de cobrarles algunas cuentas a los hombres de Gabriel García. Casi habían dado ese caso por olvidado, pero ahora se hallaban atados con una bomba de tiempo.
Los primeros 15 minutos se pasaron en silencio. Las mentes de ambos se hallaban ocupadas asimilando la situación. De pronto, fue la voz de Marco la que rompió el silencio:
-Te dije que no debíamos aceptar esa misión.
-Bueno, lo hecho, hecho está. El caso es que ya estamos aquí y tenemos 45 minutos de vida.
Anika levantó la cabeza por primera vez desde que llegaron. Marco estaba sentado justo en frente de ella, a menos de un metro de distancia. Examinó cada facción de su rostro una vez más. Su cabello negro estaba un poco largo y alborotado. Sus ojos eran castaños, y sus labios… alguna vez habían sido motivo de los desvelos de Anika. Pero ahora todo era diferente. Incluso a escasos minutos de la muerte, ella se acordó de lo que había planeado aquella mañana.
-¿Te acuerdas de cómo nos conocimos?- preguntó Marco. Ella se sobresaltó saliendo de su ensimismamiento, así que sólo asintió con la cabeza. –Teníamos que cambiar la droga de vehículo en Sonora, porque el tráiler en donde iba se descompuso- continuó Marco- Me acuerdo que me sorprendí al ver una mujer en el negocio, pero me sorprendió más que con todo el trabajo hubieras tenido tiempo de maquillarte y arreglarte el cabello…
Una risa nerviosa se escapó de la boca de Anika. Las lágrimas empezaron a intentar inundar sus ojos, pero ella miró hacia arriba en un intento de evitarlas. Ahora el reloj marcaba que quedaban tan sólo 10 minutos antes del final. Una vez más, fue la voz de Marco la que rompió el silencio.
-Falta muy poco ya… pero al menos queda pensar que estamos juntos.- Anika sintió esas palabras como hielo, e inmediatamente volteó sólo para ver la mirada de dulzura con que Marco la miraba- Es como siempre lo leí en los libros y como creía que no pasaba en la vida real. A pesar de estar cerca de la muerte, estamos juntos hasta el final. Amor verdadero. ¿Esto es amor verdadero, cierto?
-De que no lo es, no lo es- Pensó Anika mientras lo miraba a los ojos. Pasó su mirada por toda su cara y se sintió un poco culpable. Recordó el último mes, en que ella se dio cuenta de que se había acabado todo rastro de pasión en su interior. Se sentía vil y despreciable. Después de todo, no tenía razón para no quererlo. Al contrario, él siempre había dado lo mejor, y siempre se había esforzado por hacerla sentir amada. Es sentimiento, o mejor dicho esa falta de sentimiento, había llegado solo. Volteó a mirar al suelo en un intento desesperado por ocultar su lucha interna cuando tres palabras resonaron en sus oídos:
-¿Me amas, Anika?
Ella volteó a ver a Marco y le sostuvo la mirada una vez más. Sus ojos castaños expresaban ansias de escuchar la respuesta. La negativa viajó desde su corazón hasta la punta de sus labios, pero se detuvo en el instante en que ella vio el reloj que tenía frente suyo y que marcaba tan sólo 5 minutos.
-Sí, yo te amo, Marco.

Con los ojos cerrados y llenos de lágrimas, Anika escuchó un fuerte sonido. Esperaba que hubiera sido la explosión y ahora ella estaba muerta, en lo que sea que hubiera del otro lado. Sin embargo, abrió los ojos y se dio cuenta de que el sonido que había oído era la puerta al abrirse. Inmediatamente entraron muchos de los hombres de su propio cártel, que los desamarraron y los sacaron de ahí lo más rápido que pudieron. Un par de minutos más tarde, desde la ventanilla de una camioneta blindada, ambos vieron la explosión.
Marco tomó la mano de Anika y no cabía de emoción por el hecho de haber sido rescatados al último minuto. Entonces la abrazó y sin dejar de llorar le susurró al oído: -Creía que habías dejado de quererme. Pero hemos estado por muchas cosas juntos, y ahora que sé que también me amas no nos separaremos jamás.
Anika simplemente lo abrazó más fuerte.

sábado, 20 de marzo de 2010

Versos de café y servilletas

Cerré los ojos, los volví a abrir y ya no estabas.
Pensé entonces en el mundo como una fuga de agua en las cañerías.
Me pregunté si el tiempo tendría prisa para mirarte y así el aire me robaría de tus brazos.

Pensé en el absurdo, aún no escrito en los libros, de algo que se puede porque lo sabemos imposible.
La razón que no se escucha mientras tocan los violines, y los colores que al juntarse no se mezclan, nos gritaban a susurros que dejemos las quimeras y que vuelvas a encontrarme en lo finito.

Y entonces vi en tus ojos cada hoja del otoño.
Cada rayo matutino estaba plasmado en tu piel como pinceladas de oro que dio el destino.
Me vi a mí misma reflejada en tu sonrisa
y todo pasó como un verso escrito en una servilleta.

Quizás carezca de sentido y de talento de poeta
tal vez sea el vano espejismo de una piedra en medio de la nada
o notas desafinadas en la boca de un mendigo.

Pero al mirar las camelias danzar en la calzada
y ver las nubes tan tranquilas sin que les importe nada
decidí volver a cerrar y abrir los ojos a ver si aparecías.

Rêverie

Como algunos de mis lectores (si los hubiera realmente) saben, toco el piano desde los seis años. Antes no me gustaba, era más una obligación que un pasatiempo.
Con el tiempo vi el arte de otra manera, como la expresión del universo. Todo lo indecible está plasmado en ello.

Es increíble la manera en que la música es capaz de absorber nuestros pensamientos más ocultos y hacerlos brillar en cada nota. Hubo alguna vez que en medio de la clase de piano, mientras mantenía mi sonrisa clásica y tocaba exactamente lo escrito en la partitura, el maestro me pidió que me detuviera. Creí que había notado algún error y esperé a que me lo indicara cuando preguntó:
-¿Estás deprimida?
Me quedé anonadada al escucharlo, puesto que en efecto, sí lo estaba. A pesar de que las lágrimas estuvieran encerradas dentro de mi pecho, y mi blanca sonrisa negara a su pregunta, lo que me dijo a continuación tuvo más razón: -Podrás mentirme a mí, podrás mentirle al mundo, pero nunca a la música.

De esa manera, la música no es más que una autobiografía. Cada paso, cada experiencia va cambiando la forma en que tus manos recorren el teclado. Es ahora que entiendo por qué le dicen el lenguaje universal, no importa si hablas alemán, español o ruso, o si lo que dices son sólo apariencias de la realidad. Siempre se pueden notar tus confesiones en el sonido del instrumento.

Hoy, personalmente fue un día memorable, en que al levantarme tuve una sensación que no había tenido antes y que en efecto, aún desconozco su nombre. Sin embargo, una vez más el maestro lo notó en mi forma de tocar. El impresionismo, que hace algunas semanas era muy difícil de lograr, obtuvo el poder de recorrerme entera y llenarme de su esencia. Tanto así es que al llegar a mi casa lo primero que hice fue tocar el "Rêverie" de Debussy, y escuché en él la definición exacta de lo que sentía.
Tiempo después me retiré para ponerme a hacer mis tareas y busqué la misma pieza en Youtube. Al instante supe que no era la misma. Mismas notas, mismo tiempo, igual técnica. Pero en definitiva, Rêverie de Youtube no me estaba diciendo nada.

En cada interpretación, uno no da sonido. Se está entregando a sí mismo.

miércoles, 10 de marzo de 2010

le petit prince

Yo podría componerte una canción
Que le cante a tu mirada perdida
Que contenga en ella mi corazón
Y que diga que mi voz no te olvida

Caminemos por sendas oníricas
Toma mi mano en la irrealidad
Pon en tu boca palabras líricas
Susurra mis versos de dulce frialdad

Podría escribirte un soneto
Que describa tu sonrisa tímida
Que contenga la esencia insípida

Quiero hacerte alguien diferente
Un ideal que me tenga despierta
Un sueño que me sonría, aunque me mienta

martes, 9 de marzo de 2010

Seguridad y calma

Comparaciones las hay como gotas en la lluvia vespertina
como notas en un universo musical. Al escuchar tu débil melodía entre gritos de desesperación, lo supe. Lo supe al ver notas de luz entre sangre coagulada. Al ver un asomo de ilusión en las cicatrices de heridas pasadas. No sé si sueno dramática, en realidad no me importa. Tienes la capacidad de hacerme sonreír cuando la vida no vale nada, sabes obtener el brillo en mi mirada cuando todo se acabó.

Y siempre pienso que hemos crecido. Pienso que nada es como antes, que ambos cambiamos y nos mantenemos firmes a las lecciones aprendidas. Me veo diario en el espejo como un ente multifacético y siento que he dejado de ser por fin el mar de lágrimas del que tantas veces me salvaste de ahogarme.

Pero al final seguimos igual. A pesar de ser unos tantos centímetros más alta y usar maquillaje en los ojos, el llanto vino igual a mis mejillas. De nada valieron tantos premios y diplomas colocados estratégicamente para estos casos. Me sentí simplemente aire. Aire inrespirable.

Pero al escuchar tu canción todo cambió de color. Al decirme la idea que representaba en tu mente, seguridad y calma, todo se volvió sencillo. Seguridad y calma. Lo que tú ves y lo que me falta. Como me veo, como me ves, y quién soy.

Para Claudio

lunes, 8 de marzo de 2010

¿Podrías imaginarte que lloro?

Por supuesto que no. Espero que no. He trabajado tanto para formarte la imagen de mi que quisiera ver en mi espejo.

Puedo llorar todo lo que quiera ahora. Mañana las ojeras se irán con maquillaje y la tristeza con una sonrisa falsa. Después de todo, ¿Quién nota la diferencia? Nadie se fija en mi como para darse cuenta, además de que la mayoría de las sonrisas son tan falsas que parecen naturales.

Lo tengo todo. Y tengo más por delante. Ya me convencí de que no te necesito. Hablo de necesitarte a ti como ente vivo. De ahora en adelante sólo existo yo y una colectividad como socia de trabajo.

No, no espero que lo entiendas. Si lo entendieras es que todo salió mal. Nadie lo hace, probablemente nadie lo hará, pero es agradable imaginar que así es.

Creo que vamos progresando. Aún juegan con mi corazón, y se rompe tan seguido que ya soy clienta de las papelerías (para comprar pegamento). Pero ya no lo ves romperse, y las lágrimas, me las quedo yo

A lack of what

Hay una rosa nueva en el florero. Esta vez no me la dieron a mi, pero resalta incluso más que las demás. Sus pétalos son tiernos y joviales, esperando ver la luz de la mañana que adule su belleza. Tiene el color rojo de la soberbia, y el amarillo de la realeza. Me mira altiva mientras escribo, pues aunque esté de espaldas, sabe que le escribo a ella.

Mis dedos corrieron por el teclado tratando de encontrar el ritmo cadencioso de su respiración, tratando de imitar el recuerdo dulce de su voz. Pero lo único que encontré fueron trozos de almas rotas y notas al azar. Intenté entonces con las cuerdas de la guitarra pero resultó igualmente inútil. Después de todo, ¿Cómo se ve un color que no existe?

Aún busco diario algo indefinible. Me levanto con la esperanza de que será el día en que lo encuentre, o para no ser tan ambiciosa, el día en que sepa qué busco. Se aparecen en el escenario sombras de títeres. Algunos de postín y otros harapientos, pero siempre formando cómicas lágrimas de sonrisas tristes. Es todo tan surreal como caminar entre pavimentos de locura.

Ahí está. Mírala. Te mira, me mira y nos mira con diversión. Le parece entretenida nuestra marcha sin camino. Pues nosotros tratamos de identificarnos con diversas credenciales, ella simplemente sabe que es una rosa y se acabó.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Hello, pretty lady

Lo vi desde la rendija de la puerta. Se sentó tranquilamente a comer su almuerzo en una de las mesas del corredor. Me lo imaginaba en harapos, con el cabello largo y la cara sucia. Pero no. Estaba bien vestido y limpio, resultaba hasta cierto punto atractivo. Lo observe temblando desde mi escondite a medida que devoraba su torta. Volteó por un momento hacia donde yo estaba y tuve que contener la respiración, pero entonces se levantó y caminó hacia el lado opuesto. Me relajé y me recargué en una cubeta. Por un momento quise reírme de mi situación, encerrada en un cuarto de limpieza a media noche, asustada de una leyenda.
A más tardar a las nueve de la noche, todo el personal de la empresa se retira. No importa que tan importante sea el trabajo del día siguiente, ni que tan interesante esté la plática, todos se van al filo de las nueve. ¿Y por qué? Por ese hombre que acabo de ver comerse una torta en el pasillo.
Dicen que no es humano, que es un monstruo de otra dimensión que devora las vísceras de sus víctimas, rompiendo sus huesos uno por uno. Otros dicen que es un demonio que se aparece de noche para llevarse a su reino almas indefensas. Los más escépticos dicen que es un loco indomable, extremamente violento que mata a todo aquél que se encuentre en su dominio luego de cierta hora. Pues bien, yo estaba ahora viéndolo y no era ninguno de los anteriores, pero la simple leyenda mantuvo mi sangre congelada.
Recuerdo todo lo que pasó ese día. Desde el suave aroma del café matinal, el agua fría de la ducha, hasta la pelea con mi jefa y la frustración que le siguió. No había dormido todo el día anterior haciendo el informe de los gastos, para que ella llegara y lo desaprobara, así sin más. Quisiera verla redactando a las tres de la mañana. A ver si así lo rechaza de todas maneras. Luego de la discusión hice lo que siempre hago cuando me enfrento a discusiones. Me fui al baño a llorar. Sé que es patético pero más patético aún fue hundirme tanto en el llanto, sentada en una esquina de la habitación, que me quedé profundamente dormida. Nadie notó mi ausencia cuando corrieron exactamente a las 9 de la noche. Nadie se percató de que ahora me hallaba sola, sola con… él.
Cuando desperté estaba oscuro, me fijé en mi reloj y vi que eran las 9:30. “¡Mierda!”, pensé. Me levanté con cuidado y salí. Era sólo media hora, además existía la posibilidad de que fueran sólo leyendas. Sin embargo, en cuanto salí vi su sombra venir desde lejos, y asustada hasta la punta de los pies me encerré en el cuarto de limpieza.
Y ahí estaba ahora, contando en tiempo hasta el amanecer. Decidí asomarme de nuevo y el hombre estaba en la oficina de mi jefa, revisando los papeles. Por un momento deseé que se los comiera todos, para que la empresa entrara en crisis. Me regañé a mi misma por esto y seguí observando. Caminó de aquí para allá, escudriñando cada detalle. Por un momento se sentó a leer debajo de la lámpara de mi oficina. Al verlo me sentí tonta de haberme creído todas esas historias fantásticas que contaban mis compañeros.
Ya sin miedo me relajé y me resigné a pasar la noche ahí, porque aunque ya estaba segura de que era inofensivo, me sentiría muy tonta de salir ahora y tener que explicar la razón de mi rezago. Traté de ponerme cómoda, pero al moverme moví una escoba y se cayeron varios pomos de limpiadores. Supuse que el ruido atraería la atención del joven, así que ahora tendría que salir y decirle la verdad. Volteé para tomar impulso y levantarme. Ahí estaba. De forma inexplicable, al lado de mi. Nunca olvidaré la sonrisa torcida en su cara.