No vas a llegar nunca, ¿verdad?
Desde el instante en que concertamos la cita y que no le pusimos nunca lugar, ni fecha, ni vigencia, supe que no ibas a llegar. De hecho, esa cita jamás fue concertada. Fue más bien una invitación a concertar una cita. Un simple pedazo de papel con notas de una canción fallida es más un plan para hacer planes en el futuro.
Me pregunto qué habrá pasado por tu mente luego de estrujarlo entre tus manos. Al parecer no lo perdiste inmediatamente, porque recordaste uno de los datos. ¿Por cortesía, quizás? Tu y yo no tenemos nada. Lo único que hay es un quizás, y ese quizás está en tus manos.
Tercamente, te busqué de manera constante los días siguientes. Bueno, para confesar algo, es mentira decir que te busqué. Te busco, así en presente. Seguido, tal vez un poco más de lo que sería sano, pero tomando en cuenta que lo sano es simplemente no buscarte. Pero no fue difícil darme cuenta de que no sólo no estás, sino de que nunca vas a estar.
Te tomaré entonces como lo que fuiste, nada, un recuerdo suave sin sabor. Y es sencillo tomarte como tal porque es en sí lo que eres. El único problema es que creo (pues sólo puedo suponer) que eres algo más que una imagen atractiva a mis sentidos y una casualidad cósmica. Si bien es inútil y hasta estúpido ilusionarme con el quizás (ese quizás que por más que sigo escribiendo, sigue estando en tus manos), me hubiera gustado conocerte más a fondo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario