lunes, 29 de marzo de 2010

Infatuación

-De que no lo es, no lo es- Pensó mientras lo miraba a los ojos. Pasó su mirada por toda su cara y se sintió un poco culpable.
Anika había planeado terminarlo esa mañana. Sabía que, como todos los días, Marco llegaría a eso de las diez con el desayuno. Luego de comer, él intentaría abrazarla y entonces ella tendría que hablarle, no sin muchos rodeos y sutileza, acerca de la infatuación y su similitud con lo que ellos habían sentido alguna vez. Pero como toda pasión irracional, tenía un fin; el cual habían alcanzado ya. Sabía que a eso seguirían reclamos, intentos de arreglar las cosas y tal vez una que otra lágrima, pero no había nada que arreglar: ella ya no sentía nada por él.
Dieron las diez y ella esperó sentada en la sala. Al cabo de unos segundos sonó el timbre y todo ocurrió de acuerdo a lo planeado. Sin embargo, en el momento en que Anika iba a pronunciar la frase "Hay algo que debo decirte...", un hombre derribó la puerta del departamento de una patada. Sin que lo hubiera previsto y sin que pudiera hacer nada para evitarlo, cinco hombres armados entraron en la sala, los apuntaron con sus rifles y los sacaron de ahí por la fuerza, para luego llevarlos a un lugar que ninguno conocía.
Ahora se hallaban los dos amarrados a un par de sillas. Frente a ellos estaba un hombre con la cara cubierta y su arma cruzada en el pecho. Era una habitación pequeña, de unos 3X3 metros, el piso y las paredes de cemento y sin ventanas. Sólo había una pequeña puerta de metal, la cual se abrió para que pasara un hombre. Marco y Anika reconocieron al sujeto de inmediato. Era Gabriel García, el jefe del cártel enemigo.
-No voy a decir palabras innecesarias- dijo el narcotraficante- me limitaré a explicarles la situación.
Puso en el suelo una caja metálica que traía en las manos y continuó: -Esto que ven aquí es una bomba de tiempo. En cuanto yo presione el interruptor, tendrán exactamente 60 minutos para reflexionar en lo que hicieron, ver sus vidas pasar o cualquier tontería que puedan imaginar. Después de eso, la bomba hará explosión y… creo que ya no es necesario decir qué pasará.
Gabriel presionó el botón y la pantalla del aparato empezó a marcar regresivamente los 60 minutos. Acto seguido salieron él y el soldado. Entonces un silencio espectral reinó en la habitación.
Marco y Anika eran sicarios. Se conocieron en una misión 3 años atrás, y de inmediato hicieron clic. Luego de algunas salidas terminaron sosteniendo una relación algo tormentosa, pero intensa como ninguna. Habían decidido retirarse del narcotráfico apenas hacía dos meses, cuando cumplieron la misión de cobrarles algunas cuentas a los hombres de Gabriel García. Casi habían dado ese caso por olvidado, pero ahora se hallaban atados con una bomba de tiempo.
Los primeros 15 minutos se pasaron en silencio. Las mentes de ambos se hallaban ocupadas asimilando la situación. De pronto, fue la voz de Marco la que rompió el silencio:
-Te dije que no debíamos aceptar esa misión.
-Bueno, lo hecho, hecho está. El caso es que ya estamos aquí y tenemos 45 minutos de vida.
Anika levantó la cabeza por primera vez desde que llegaron. Marco estaba sentado justo en frente de ella, a menos de un metro de distancia. Examinó cada facción de su rostro una vez más. Su cabello negro estaba un poco largo y alborotado. Sus ojos eran castaños, y sus labios… alguna vez habían sido motivo de los desvelos de Anika. Pero ahora todo era diferente. Incluso a escasos minutos de la muerte, ella se acordó de lo que había planeado aquella mañana.
-¿Te acuerdas de cómo nos conocimos?- preguntó Marco. Ella se sobresaltó saliendo de su ensimismamiento, así que sólo asintió con la cabeza. –Teníamos que cambiar la droga de vehículo en Sonora, porque el tráiler en donde iba se descompuso- continuó Marco- Me acuerdo que me sorprendí al ver una mujer en el negocio, pero me sorprendió más que con todo el trabajo hubieras tenido tiempo de maquillarte y arreglarte el cabello…
Una risa nerviosa se escapó de la boca de Anika. Las lágrimas empezaron a intentar inundar sus ojos, pero ella miró hacia arriba en un intento de evitarlas. Ahora el reloj marcaba que quedaban tan sólo 10 minutos antes del final. Una vez más, fue la voz de Marco la que rompió el silencio.
-Falta muy poco ya… pero al menos queda pensar que estamos juntos.- Anika sintió esas palabras como hielo, e inmediatamente volteó sólo para ver la mirada de dulzura con que Marco la miraba- Es como siempre lo leí en los libros y como creía que no pasaba en la vida real. A pesar de estar cerca de la muerte, estamos juntos hasta el final. Amor verdadero. ¿Esto es amor verdadero, cierto?
-De que no lo es, no lo es- Pensó Anika mientras lo miraba a los ojos. Pasó su mirada por toda su cara y se sintió un poco culpable. Recordó el último mes, en que ella se dio cuenta de que se había acabado todo rastro de pasión en su interior. Se sentía vil y despreciable. Después de todo, no tenía razón para no quererlo. Al contrario, él siempre había dado lo mejor, y siempre se había esforzado por hacerla sentir amada. Es sentimiento, o mejor dicho esa falta de sentimiento, había llegado solo. Volteó a mirar al suelo en un intento desesperado por ocultar su lucha interna cuando tres palabras resonaron en sus oídos:
-¿Me amas, Anika?
Ella volteó a ver a Marco y le sostuvo la mirada una vez más. Sus ojos castaños expresaban ansias de escuchar la respuesta. La negativa viajó desde su corazón hasta la punta de sus labios, pero se detuvo en el instante en que ella vio el reloj que tenía frente suyo y que marcaba tan sólo 5 minutos.
-Sí, yo te amo, Marco.

Con los ojos cerrados y llenos de lágrimas, Anika escuchó un fuerte sonido. Esperaba que hubiera sido la explosión y ahora ella estaba muerta, en lo que sea que hubiera del otro lado. Sin embargo, abrió los ojos y se dio cuenta de que el sonido que había oído era la puerta al abrirse. Inmediatamente entraron muchos de los hombres de su propio cártel, que los desamarraron y los sacaron de ahí lo más rápido que pudieron. Un par de minutos más tarde, desde la ventanilla de una camioneta blindada, ambos vieron la explosión.
Marco tomó la mano de Anika y no cabía de emoción por el hecho de haber sido rescatados al último minuto. Entonces la abrazó y sin dejar de llorar le susurró al oído: -Creía que habías dejado de quererme. Pero hemos estado por muchas cosas juntos, y ahora que sé que también me amas no nos separaremos jamás.
Anika simplemente lo abrazó más fuerte.

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