sábado, 20 de marzo de 2010

Versos de café y servilletas

Cerré los ojos, los volví a abrir y ya no estabas.
Pensé entonces en el mundo como una fuga de agua en las cañerías.
Me pregunté si el tiempo tendría prisa para mirarte y así el aire me robaría de tus brazos.

Pensé en el absurdo, aún no escrito en los libros, de algo que se puede porque lo sabemos imposible.
La razón que no se escucha mientras tocan los violines, y los colores que al juntarse no se mezclan, nos gritaban a susurros que dejemos las quimeras y que vuelvas a encontrarme en lo finito.

Y entonces vi en tus ojos cada hoja del otoño.
Cada rayo matutino estaba plasmado en tu piel como pinceladas de oro que dio el destino.
Me vi a mí misma reflejada en tu sonrisa
y todo pasó como un verso escrito en una servilleta.

Quizás carezca de sentido y de talento de poeta
tal vez sea el vano espejismo de una piedra en medio de la nada
o notas desafinadas en la boca de un mendigo.

Pero al mirar las camelias danzar en la calzada
y ver las nubes tan tranquilas sin que les importe nada
decidí volver a cerrar y abrir los ojos a ver si aparecías.

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