miércoles, 3 de marzo de 2010

Hello, pretty lady

Lo vi desde la rendija de la puerta. Se sentó tranquilamente a comer su almuerzo en una de las mesas del corredor. Me lo imaginaba en harapos, con el cabello largo y la cara sucia. Pero no. Estaba bien vestido y limpio, resultaba hasta cierto punto atractivo. Lo observe temblando desde mi escondite a medida que devoraba su torta. Volteó por un momento hacia donde yo estaba y tuve que contener la respiración, pero entonces se levantó y caminó hacia el lado opuesto. Me relajé y me recargué en una cubeta. Por un momento quise reírme de mi situación, encerrada en un cuarto de limpieza a media noche, asustada de una leyenda.
A más tardar a las nueve de la noche, todo el personal de la empresa se retira. No importa que tan importante sea el trabajo del día siguiente, ni que tan interesante esté la plática, todos se van al filo de las nueve. ¿Y por qué? Por ese hombre que acabo de ver comerse una torta en el pasillo.
Dicen que no es humano, que es un monstruo de otra dimensión que devora las vísceras de sus víctimas, rompiendo sus huesos uno por uno. Otros dicen que es un demonio que se aparece de noche para llevarse a su reino almas indefensas. Los más escépticos dicen que es un loco indomable, extremamente violento que mata a todo aquél que se encuentre en su dominio luego de cierta hora. Pues bien, yo estaba ahora viéndolo y no era ninguno de los anteriores, pero la simple leyenda mantuvo mi sangre congelada.
Recuerdo todo lo que pasó ese día. Desde el suave aroma del café matinal, el agua fría de la ducha, hasta la pelea con mi jefa y la frustración que le siguió. No había dormido todo el día anterior haciendo el informe de los gastos, para que ella llegara y lo desaprobara, así sin más. Quisiera verla redactando a las tres de la mañana. A ver si así lo rechaza de todas maneras. Luego de la discusión hice lo que siempre hago cuando me enfrento a discusiones. Me fui al baño a llorar. Sé que es patético pero más patético aún fue hundirme tanto en el llanto, sentada en una esquina de la habitación, que me quedé profundamente dormida. Nadie notó mi ausencia cuando corrieron exactamente a las 9 de la noche. Nadie se percató de que ahora me hallaba sola, sola con… él.
Cuando desperté estaba oscuro, me fijé en mi reloj y vi que eran las 9:30. “¡Mierda!”, pensé. Me levanté con cuidado y salí. Era sólo media hora, además existía la posibilidad de que fueran sólo leyendas. Sin embargo, en cuanto salí vi su sombra venir desde lejos, y asustada hasta la punta de los pies me encerré en el cuarto de limpieza.
Y ahí estaba ahora, contando en tiempo hasta el amanecer. Decidí asomarme de nuevo y el hombre estaba en la oficina de mi jefa, revisando los papeles. Por un momento deseé que se los comiera todos, para que la empresa entrara en crisis. Me regañé a mi misma por esto y seguí observando. Caminó de aquí para allá, escudriñando cada detalle. Por un momento se sentó a leer debajo de la lámpara de mi oficina. Al verlo me sentí tonta de haberme creído todas esas historias fantásticas que contaban mis compañeros.
Ya sin miedo me relajé y me resigné a pasar la noche ahí, porque aunque ya estaba segura de que era inofensivo, me sentiría muy tonta de salir ahora y tener que explicar la razón de mi rezago. Traté de ponerme cómoda, pero al moverme moví una escoba y se cayeron varios pomos de limpiadores. Supuse que el ruido atraería la atención del joven, así que ahora tendría que salir y decirle la verdad. Volteé para tomar impulso y levantarme. Ahí estaba. De forma inexplicable, al lado de mi. Nunca olvidaré la sonrisa torcida en su cara.

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