viernes, 3 de septiembre de 2010

Usted.

Tenía ganas de escribirle algo a usted. A usted, que espero nunca encuentre este blog y nunca lea este escrito, pero si lo hace, sabrá entonces lo que puede llegar a causar en una alumna promedio.

Es extraña la manera en que incluso en mi escrito que se alimenta más de la idealización que de la realidad, tenga que hablarle de usted, porque me es inconcebible romper esa barrera de respeto que existe entre nosotros.
Lo cierto es que cada semana se me hace más difícil prestarle completa atención a sus palabras, porque comprendo sus explicaciones, no me malinterprete. Pero luego de unas cuantas palabras, mis oídos se cierran para brindarle más atención a otros sentidos. Mi mirada se concentra en sus labios mientras pronuncian instrucciones, en sus gestos expresivos, en el movimiento constante de sus hombros y sus manos varoniles. Pero es mi olfato el que más divaga captando su aroma inconfundible, que se mezcla con el aire del salón de clases, creando esa atmósfera única de conservatorio, con música y su loción.

Porque soy una persona demasiado distraída, incapaz de concentrarse lo suficiente en una sola cosa. Es por eso que he pensado en dejar mi instrumento infinitas veces. De pronto me hallo cansada de tocar, pienso en el final de la clase y quiero dejarlo ir. Pero entonces llega el momento en que usted dice la frase que me saca de mi ensimismamiento, un simple: "levántate tantito"
Entonces le dejo el espacio libre y observo con cuidado como el pasaje más insignificante se vuelve luz de color manando de sus manos, siento la profundidad de siglos y siglos de emociones humanas convertidas en partitura.
Lo mejor es cuando lo escucho interpretar piezas completas, o mejor aún, obras de música popular. Entonces pareciera que puede terminarse el mundo fuera del aula, pero dentro todo seguirá en su estatus etéreo, casi onírico de notas danzantes en color.

A veces pienso en lo absurdo y trillado que es esto. Tener un platónico en el maestro de piano. Me pregunto cuántas alumnas pensarán en usted de la misma manera y peor aún, me pregunto si alguna lo ha creído alguna vez posible. Lo cierto es que mientras la música siga siendo mi pasión y la enseñanza la suya, seguiré cerrando los ojos unos pocos segundos mientras no me mire para disfrutar el aroma de su loción.

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