jueves, 5 de agosto de 2010

Ganas de ti

Hoy traías una playera negra, y encima una camisa de rayitas. Al bajar, cada paso fue amplificado en mis oídos y la brisa de tu aroma impregnó el aire como si hubiera habido una explosión. Te sentaste en el sofá de enfrente y por más que te miraba embelesada, tus ojos se perdieron en algún punto del techo. Durante unos segundos, mientras a lo lejos estaba el murmullo de mi conversación con César y las constantes interrupciones de tu hermano, tuve tiempo de analizar cada rasgo y cada detalle de tu cara.
Tu cabello, alborotado, no muy abundante, en chinos negros que enmarcan tu rostro. Tu piel, de ese color indescriptible "caucásico". Blanco por definición, yo no he encontrado palabras para decirlo. Tus ojos cafés, tremendamente expresivos, de una dulzura radiante y de una severidad inverosímil, que lo mismo pueden provocarme pánico y tensión que ganas irrevocables de lanzarme a tus brazos y pedirte que estés conmigo el resto de la vida.
Por último, tus mejillas. No sé por qué, pero es mi parte favorita. Se colorean con demasiada facilidad, y son tan redondas cuando sonríes. Porque no importa cuán viejo te hagas, o todas las heridas que pudieran desgastarte con el paso de las experiencias, tus mejillas siempre serán las de un niño.

-Es por eso que Darth Vader es el mismo que Anakin...
-¿Qué? ¿De qué hablamos?

Dejé de mirarte como hipnotizada para ver todo el diagrama de Star Wars que César había dibujado en el pizarrón.

-Que Darth Vader es Anakin, eso explica el por qué es el padre de Luke Skywalker...
-Ay César, creo que acabas de spoilearme Star Wars...

Sonreí y seguí bromeando con César y tu pequeño hermano, sólo para observarte de reojo de vez en cuando. Iba a escribir que prometo no mirarte tanto, pero para qué hacer promesas incumplibles.

No hay comentarios:

Publicar un comentario