Se pasea de aquí para allá, reflexionando, sacando sus conclusiones melancólicas y leyendo a poetas del romanticismo.
Muchas veces se sientan frente a sus computadoras de escritorio a tratar de arreglar el mundo.
Piensan y dan vueltas y encuentran finalmente los errores de este planeta inmundo y singular.
Y uno a uno yo leo sus comentarios, los adopto, los admiro y dejo que me reprendan por mi pedacito de culpa en esta atrocidad.
La gente triste siempre me parece excepcional. Con ese aire de intelectualismo y superioridad que sin querer se dan, con ese desprecio a lo común y lo ordinario que los hace ver como una raza especial.
A veces muy seguido soy una persona triste. Quiero también parecer interesante y especial. Luego recuerdo porque los llamo la gente triste. Y entonces me pregunto si con tanta idea para arreglar a los demás, podrán algún día hacer algo por ellos mismos.