Nunca había tenido este sentimiento, o tal vez sí, pero no me acuerdo. Pero es tan fuerte que me invade la necesidad de compartirlo, incluso de compartirlo con un ordenador y un montón de lectores inexistentes. No confío en mis impulsos, a pesar de ser impulsiva por naturaleza. Pero uno no puede controlar lo que siente, y lo que siento ahora es muy difícil de describir.
Luego de la monotonía y la soledad, me quedaba un recuerdo en la cabeza. No era vano, ni sutil. Era como un taladreo constante, una imagen que se niega a salir, por más que apretara el botón de cambiar de diapositiva.
Entonces vino. Llegó y se fue, sin inmutarse, sin saber lo que pasaba dentro de mi. Al verlo entrar un par de manos heladas oprimieron mi pecho, mientras otra estrujaba mi estómago. Un cosquilleo recorrió cada centímetro de mi piel. Salí de la habitación pensando que si verlo provocaba la reacción, alejarme la pararía.
Al llegar al tocador noté que mi corazón había acelerado su ritmo considerablemente, podía oir su palpitar acompañado de mi ruidosa respiración. Miedo. No, algo más que eso. Algo que no es dulce como el amor, pero que no es odioso como el miedo, una situación intermedia que tuviera que ver con el posible rechazo de una estrella inalcanzable.
Como instinto femenino, me miré al espejo para corroborar que la imagen que ofrecía era decente, si no es que atractiva. Respiré y bajé con cautela, pensando cada uno de mis pasos. Un saludo cordial, un poco de plática y después: silencio. Esa clase de silencio que congela la sangre y detiene el reloj a tu alrededor. Noté como el silencio atrajo de nuevo las manos invisibles que comenzaron a oprimirme, así que me precipité a llenar ese silencio con anécdotas vacías e historias vagas.
Noté su mirada sobre mi como la de un inquisidor. Me ruboricé y cesé mi barullo al instante. HIzo mención sobre el clima, se disculpó por que su estado no era del todo agradable, y sólo deseaba estar solo. Así como vino, se fue.
Vi el ondear de su capa salir por la puerta principal y fingí indiferencia, dándole otro trago a mi copa. Traté de no hacer la más mínima señal de debilidad y subí a mi habitación con paso seguro. Pero al cerrar la puerta me desplomé y sentí como las manos frías se apoderaban de nuevo de mi pecho, y la sensación extraña destrozaba mi estómago. Entonces, mientras apoyaba mi cabeza en las rodillas, deseé nunca haberte conocido.
I can feel the pain...
ResponderEliminarMuy bien escrito :)
solo fue confuso lo de la copa porq no la mencionaste antes
pero me dolio... (osea q me gusto D: )