jueves, 5 de julio de 2012

La espera.

Mírate nada más, corriendo para esperar.

Esperar tiene su lado amable cuando se sabe qué es lo que se espera, o si se espera con la seguridad de la llegada de lo esperado. De lo contrario, es sólo pasar el tiempo sabiendo o bien la incertidumbre de lo venidero, o sabiendo perfectamente que se espera lo que no llega o no sabiendo nada de nada.

Claro que esperar tiene sus encantos, como es intensificar la reacción cuando llega lo tan ansiado, que aunque podría ser no tan extraordinario, se admira con más deleite. Eso o el avanzar de las páginas del libro que vas leyendo mientras esperas.

Por mi parte, últimamente he decidido que lo más importante es esperar de forma inteligente. Hay cosas que se esperan, cosas que se buscan y por último están las cosas que no se esperan ni se buscan, porque se sabe de antemano que las probabilidades son casi nulas.
Quería acabar este pseudo-texto con una frase que no tiene nada que ver con lo anterior:

¡Tú espérame en Siberia, amor mío!
(Y quizá algún día vaya yo a buscarte, porque eso sí, yo no voy a sentarme a esperarte)

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