Te soñé en mi siesta vespertina. Me pregunto por qué en esa, la prohibida, la que no se debe hacer porque dice mi madre que “La noche es para dormir, el día para despertar y no viceversa“
O quizás es perfectamente lógico que te sueñe en mi siesta vespertina y en ninguna otra.
Te soñé en Pátzcuaro. Me pregunto por qué ahí, en ese pueblo mágico, al que fuimos aunque nunca debimos ir.
O quizás es perfectamente lógico, porque lo que Pátzcuaro encierra de nuestra historia real o imaginada no lo encierra ningún otro lugar.
Te soñé en la lluvia, como en nuestra propia versión mexicanizada de una película de Nick Cassavetes. Te soñé primero con el frío de la lluvia en medio de una plaza desierta, entre el misticismo de la meseta y los árboles milenarios. Te soñé luego con el alivio de un hospedaje tranquilo y templado, con palabras cálidas y sentimientos explosivos. Te soñé con todo y banda sonora suave, lleva de sutilezas de violín y aromas a manzana con canela.
Te soñé para despertar y saber que te habías ido.
Y saber que te fuiste porque no aguantaste, después de todo, después de tanto decir y jurar y hacer y buscar e invertir y lograr, no aguantaste y volviste a caer en donde mismo.
Los sueños suelen ser manifestación de deseos y miedos inconscientes... cuando me juegan una de esas yo también termino con esta sensación agridulce de amor-odio...
ResponderEliminarEs que los sueños son tan bonitos que por eso es mayor la frustración de despertar y ver que, pues no es así jaja
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