Nunca me han agradado los número pares porque son perfectos.
Perfectos como las sonrisas de las niñas y sus aromas frutales.
Por eso ellas tampoco me caen bien.
A veces te veo aunque te evite.
Muchas veces me viene el cuento en un libro.
En un niño, en un esqueleto y una tabla para picar verdura.
Extraño, nunca tuvieron nada que ver contigo pero me recuerdan a ti.
Quizá es mi mente la necia que quisiera conectar el 4 en el espacio del 3.
O en una cámara de acero inoxidable totalmente acondicionada llena de lujo y confort.
Para uno.
Para dos debajo del sofá.
Para tres en la repisa.
Para cuatro en la vergüenza desbordada.
Todo es culpa de la Fusa. La Fusa y su secuaz embarazada.
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