lunes, 9 de enero de 2012

Carta a un destinatario conocido.

Querido destinatario conocido:

He sabido por algunas fuentes que de vez en cuando lees este blog. Quizá mi información no esté actualizada, muy probablemente hayas dejado de hacerlo tiempo atrás. No sé. No me importa, tampoco. Es simplemente mi forma, no sé si políticamente correcta, de contestar. Sería más propio escribirte una carta pero he olvidado tu dirección, y contactarte personalmente por algún medio electrónico sería como abrir de nuevo nuestras vías de comunicación. No que no quiera hacerlo, pero tampoco estoy segura de querer. Tal vez la comunicación es algo muy peligroso para nosotros dos.

Sé lo que te estás preguntando y sí, sí recibí y leí tu carta. A decir verdad pensaba no hacerlo, las rosas fueron suficiente información de entrada. Mas me conoces bien, hasta eso, mi curiosidad no aguantó y con la primer línea tuve que continuar hasta el final.
Creo que ya sabes lo que voy a decir. Espero no equivocarme al pensar que tus líneas son sinceras. Siempre fuiste un gran actor, capaz de hacerme creer cualquier cosa. También yo siempre fui una ingenua, capaz de volver a confiar sin importar el impacto de tus actos. Aquí el detalle radica en que hablar en pasado es erróneo, tú sigues igual de actor y yo igual de ingenua. Solo crecimos un poco, nada más.
Te creo. Te creo aunque mi conciencia se dé de topes en la cabeza dictaminando que no aprendo nunca. En sí es mi mente la que no aprende, siempre un paso adelante. Supongo que es mi corazón el que aprendió. Aprendí a perdonar, aunque no puedo negarte que no olvidé. Tu arrepentimiento puede reivindicar lo que eres, pero nunca cambiará lo que hiciste. Una carta puede moverme a perdonarte, incluso a cambiar un poco el concepto que tenía de ti, pero jamás borrará los tragos amargos que me hiciste pasar.
Hace tiempo traté de odiarte. Odiarte, odiar al amor, odiar a esta niña tan pasional y atrabancada. Quizá pude hacerlo, un tiempo. Pero tampoco puedo negar que sucedió, y que mientras tanto, así fuera una mentira, fui lo más feliz que había sido hasta ese momento. Si es que puedo odiarte, es solo por que el amor y el odio van de la mano. Hace mucho tiempo me dijiste que el amor era todo menos eterno, yo lo dudo ahora. No creo poderte decir “te amo“, porque ya no significaría lo mismo. No quiero estar contigo, ni siquiera cerca de ti. Sin embargo deseo que estés bien, que seas tremendamente feliz, y sobre todo que encuentres el camino correcto a seguir. ¿Es eso amor? El amor es mío y es infinito, y tú para bien o para mal siempre serás parte de.

Justo ahora me río de mí misma. ¿Por qué? Porque esperaba escribir una carta poética, llena de drama y literatura. Pero esperaba más escribir una carta sincera. Al final resultó que lo segundo no combinaba con lo primero. Al final, nuestra historia se tejió de forma interesante. Para nada como yo lo esperaba, quizá porque quería hacerme a la idea de que no tendría final. Pero helo aquí, que ahora que puedo escribir con la cabeza fría, que ya no es mi corazón el que manda un despilfarre de palabras arrebatadas, entonces sé que es el final. Yo seguí mis sueños, ahora estoy donde el destino quiere que esté. Tú evitaste que ese aquí incluyera un a tu lado. Adiós, destinatario conocido, y ojalá tú también te encuentres donde el destino quiere que estés.

Sinceramente,

Catalina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario