lunes, 4 de enero de 2010

Sombras

Y entonces me hallé caminando en un sendero rodeado por árboles. Todo se veía tan verde, lleno de paz, el aire estaba fresco pero no frío. Y yo caminaba a lo largo de esa suntuosa avenida de belleza natural, pensando en nada y recordando todo, escuchando al propio aire respirarse a sí mismo. Y una vez más regresaste a mi mente, como un impulso eléctrico generado por mi cerebro. Ese impulso mental que me hace querer besarte cada vez que te veo, el mismo impulso eléctrico que me lo impide y me hace saludarte con aquélla voz tímida y escondida.
Y mientras pensaba en ti, al tiempo que pensaba en el pensar y no pensaba en nada, caminaba saboreando el olor de las hojas secas, acelerando el paso para llegar más pronto a mi destino. Pero después de poco tiempo, el sol comenzó su viaje por el horizonte, dejando atrás la luz cálida y trayendo penumbras y tonos grisáceos a mi escenario. Andaba cada vez más rápido, sin mirar hacia atrás, pues siempre he tenido la superstición de que es malo voltear mientras caminas.
Y dejé de pensar en ti para pensar en las sombras, que me siguen apenas el sol se va dando paso a la noche. Comencé a sentir escalofríos por todo mi cuerpo, mi corazón latía más rápido que de costumbre y cuando me di cuenta, ya había comenzado a correr. Y ellas venían detrás, con su tremenda oscuridad y su frialdad peor que la muerte, venían como el sonido del trueno y la marea, mezclados en una masa sin fin de abismos y dolor, venían, cada vez más rápido y dispuestas a alcanzarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario