Viento, maestro del boxeo,
me golpea en la cara reclamando mi aliento.
Pensaba en Manuela,
en su olvido,
en el sonido de nuestra última Coca-Cola.
Manuela, aquí.
Manuela sin jardines, entre libros
misterio de ciudades y perfume de los vicios.
Manuela veneno de mi alma,
gloria de mi cuerpo,
Manuela que me dijo que no fuera
y yo que fui corriendo.
La brisa sin Manuela no es la misma.
Es más fresca, más sana, más brisa.
Y yo aquí, luchando contra la migraña de no verla,
me tomo una Coca-Cola por su ausencia de salud.
Veneno para el cuerpo,
medicina para el alma.
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