jueves, 12 de mayo de 2011

Capriccio 24

Tú y yo nos conocimos en el momento equivocado,
como mis padres en el preciso.

Estaba escrito que dentro de muchos años, cuando supieras algo sobre la vida y yo ya no quisiera saber nada de ella, tú y yo nos conoceríamos en un accidente de tráfico. Yo iba, como siempre, distraída. Pensaba en los trabajos que debía entregar al día siguiente, en los problemas de finanzas, en la cita a la que iba tarde. Iba tarareando una canción, cambiando el disco, mirando hacia todas partes, en fin, no iba viendo la calle. Tú, en cambio, ibas tranquilo, pero muy cansado. Recibiste ese día las llamadas rutinarias de la gente que espera que les resuelvas la vida. Escuchabas música clásica, pero al final la cambiaste por esas canciones tan melosas que te encantan y que escuchas en soledad. Entonces tu carro blanco impecable, oliendo a desodorante de pino, se estampó contra mi coche rojo escandaloso cuya cajuela estaba llena de obras de arte, libros, ropa y artículos excéntricos. Nos bajamos tratando de controlar el enojo, llamamos a los aseguradores, nos hablamos con cordial antipatía, esperamos una hora la llegada de los técnicos, nos desesperamos, nos tranquilizamos, intercambiamos teléfonos y miradas. Una semana después ahí estabas, preguntando que cuánto me cuesta un diseño, es para mi escuela, tú sabes, como me dijiste que trabajabas de artista pues vine a ver cuánto me cobrabas. De ahí nos agarramos, ahora que vine a ver que cómo está tu escuela, porque mi sobrino quiere inscribirse aquí y pues como supe que eras el director, sí mi sobrino, porque yo hijos no tengo, no pues sí, está muy bien, yo le digo que venga a hacer el examen y un gusto en saludarte. Luego pasó a ser más como que te invito un café, y yo que cómo crees, y tú que sí total somos amigos, bueno, un besito de despedida, que empieza por ser al aire, pasa por la mejilla y termina en los labios por error, una de esas noches de platicar del clima, mira nada más, y que si no quieres pasar, y ya nos sabemos el final.

Tú y yo íbamos a negar que era serio, nos juraríamos que era pasajero. Tú y yo empezaríamos por el es que no, mi vida, esto no puede ser, ya estamos grandecitos para estas cosas, y que mira nuestros mundos tan diferentes, tú en tus ondas esas de arte y a mí solo me importan mis muchachos, esto no pinta para bien, pero no, tampoco te me vayas, sí bésame, pero poquito. Así empezaríamos para terminar en el te quiero para siempre que se dicen las parejas cuando están medio modorras, parejas como nosotros, miedosas del “te amo“, diciendo que cuando quieras irte ahí está la puerta, pero sabiendo por dentro que no te vas, que te quedas y de paso me abrazas por aquello del frío. Tú y yo que creímos que nunca dejaríamos descendencia tendríamos una niña, chiquita, bonita y frágil, tímida y soñadora, que un día crecería y nos dejaría impactados con esa carrera rara que quiso y que nos haría sentirnos viejos cuando terminara la universidad.

Todo, todo eso íbamos a ser tú y yo.

Pero no. En vez de que en ese destino paralelo nos riéramos juntos de todas las veces que pasamos el uno al lado del otro y nunca supimos quienes éramos, en vez de que platicáramos acerca de una vez que tropecé con alguien igualita a ti en el centro cuando era joven, ¡No me digas, si sí era yo!, en vez de eso, en vez de eso lo arruinamos todo.

Aquel día cuando tropezaste conmigo en el centro y que pudimos ignorarnos, te pregunté tu nombre en el último segundo. Hasta ahora me doy cuenta de que no estábamos preparados para conocernos, pero que ya lo hicimos, que ya no tiene caso que choquemos en un crucero a la hora pico, que no vas a invitarme un café y que el día en que mi sobrino quiera una buena escuela y yo lo lleve a conocer la tuya, no habrá más que una sonrisa ligera de viejos conocidos.

1 comentario:

  1. Me encantó!!! me ahhh!!! me fascinó, me perdí, me emocionpe y me puse triste y toque todo! gracias, es que de verdad, me encantó!

    ResponderEliminar