lunes, 7 de septiembre de 2009
Falta de imaginación
Extraño los tiempos en que solías tocar cada noche una sonata diferente. Solías vivir en una segunda planta, justo arriba de mi casita en un barrio de apoyo social. Me invitabas a tomar el té en punto de las siete, subir las escaleras con ímpetu para encontrarte sentado en el modesto piano de madera, y oírte sacar los sonidos más virtuosos de él. Oh sí, días en que mi única compañía y lo único que necesitaba eran Leonardo y el viento. Podía tener lo que quisiera sin necesitar habilidad, tiempo, el maldito dinero que ahora amarga mi existencia y me hace arrugar la frente de preocupación. Bastaba con presionar el botón de oro en mi pared, caminar por el palacio dorado al otro lado del portal, con jardines de piedras preciosas, manjares suculentos que realmente podían saciar mi hambre terrenal y el río más transparente y puro que pudiera imaginar. Bastaba irme volando a la nada, donde un chasquido de dedos traía un picnic personal, sentarme con Leo a comer lentamente. ¿Aún te acuerdas de Leo? Jamás estuviste celoso, y no tenías por qué estarlo. Él era mi mejor amigo, mi confidente. Me ayudaba en los exámenes, me empujaba en el columpio y me dejaba ganar en los naipes. Pensar que nunca me dio la espalda, que siempre tuve su apoyo, y fui yo la que lo traicioné, ignoré su amistad y lo rechacé por un detalle sin la más mínima importancia: su inexistencia. Ahora él ya no está, y pienso: ¿Qué importa que fuera etéreo? De cualquier manera las personas reales sienten también hipocresía real y son capaces de traiciones reales. Recuerdo también cuando el viento pasaba por mí a las 5 pm, para soplar tan fuerte que pudiera sostener mi peso en los brazos e ir juntos a visitar a la luna. Pero siempre regresar antes de las siete. Porque a las siete tengo una cita que implica una taza de té y una sonata diferente. Subir las escaleras con ímpetu para encontrarte sentado en el modesto piano de madera. Tu sonrisa única que me hacía pensar que el mundo era perfecto. Mis días podían transcurrir entre vuelos, amigos imaginarios, escenarios fantásticos, pero mis sueños eran sólo tuyos. Pero aunque hice planes y traté de evitarlo, llegó el momento de crecer. No puedo decir de madurar porque aún no lo he hecho. Y ahora vivir en un mundo con prisas, preocupaciones y gente que quiere sentirse culta, tomando clases de apreciación de la música y estudiando tanto tus piezas. Está bien, muchos podrán decir que conocen a Wolfgang Amadeus Mozart, muchos incluso afirmarán que lo aman, pero creo que ninguno podrá decirlo como yo te lo digo a ti.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario