lunes, 7 de septiembre de 2009

Lagunas

El gato salió corriendo por debajo de la mesa y trató de esconderse detrás de una botella de tequila. Mientras tanto ella se sentó y tomó su café matutino, bien cargado. El dolor de su espalda no cesaba a pesar del antibiótico. Era rubia, alta y robusta, nadie podía negar que hasta cierto punto fuera bonita. Vivía en un departamento en el quinto piso y en este momento estaba bebiendo un café mientras pensaba en cómo guisar la carne. De repente sonó el teléfono, era su amado una vez mas presumiendo el gol anotado, ella lo quería, en verdad, pero algo en su vida no iba como debería. Prendió la computadora para seguir trabajando, se puso los zapatos y se frotó los ojos. Y mientras sus manos recorrían prestas el teclado en busca de nuevas ideas, hubo algo que la incomodó. De alguna manera sabía que había alguien más en esa casa, alguien que no eran ni el gato ni ella. Se levantó del asiento y empezó a barrer en busca de algún ratón que haya provocado el ruido que la incomodó. Al no encontrar nada subió a tomar un largo baño de burbujas, después de todo, no había nadie más en el departamento. Puso música en el tocadiscos, con ayuda de un fósforo encendió algunas velas y comenzó a quitarse la ropa lentamente cuando un rayo interrumpió su tranquilidad. Decidió vaciar la bañera de nuevo y volverse a vestir, salió algo asustada al pasillo y encontró la casa de cabeza, todo tirado y regado por el piso sin aparente explicación. Comenzó a gritar paranoica y buscó por todas partes a un intruso, pero no encontró a nadie, estaba sola. Llamó al gato para por lo menos sentir su compañía, lo encontró en la reserva de vinos, temblaba como si hubiese visto un fantasma o algo parecido. De manera dulce fue en su busca y trató de acariciarlo, pero éste al verla, maulló de manera estruendosa y soltó un zarpazo, para luego correr y esconderse de nuevo. Algo no andaba bien, el animal había sido siempre su fiel compañía y jamás se había rehusado a una caricia. Miró a su alrededor angustiada y escuchó algunas quejas y lamentos que parecían provenir de la habitación de visitas. Tomó el teléfono, marcó el número de emergencias y lo tuvo listo para solo llamar en caso de algo inesperado. Su respiración era cada vez más lenta y pausada, el miedo la invadía de pies a cabeza, tomó la perilla de la puerta y se dispuso a abrirla lentamente.
Lo que vio la dejó paralizada. Dejó caer el teléfono y se llevó las manos a la boca para ahogar un grito horrorizado. Ahí, tirado en el suelo estaba su amado, envuelto en sangre, agonizando. A su lado se hallaba el cuchillo que ella iba a utilizar para guisar la carne esa tarde, y hablando de tarde… la chica miró hacia la ventana y notó el cielo de un color azul oscuro y cuajado de estrellas. ¿Cómo había anochecido tan de repente? Hace apenas un momento acababa de despertar para tomar el café matutino…
De pronto la muchacha palideció. Ahora lo recordaba todo. Miró su ropa y la vio manchada de sangre.

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